DE TERROR…
“Scream: Vigila Quién Llama” (Scream, 1996) le hizo muy mal al terror porque, a partir de ahí, ya no podemos aceptar que los jóvenes protagonistas de este tipo de historias no conozcan las “reglas del juego” y sigan cayendo en todos los lugares comunes del género. ¿En serio? Pleno siglo XXI, toda la tecnología al alcance de un click, y estos personajes medio nabos siguen bajando/subiendo escaleras en la oscuridad después de escuchar ruiditos sospechoso.
Está claro que las protagonistas de “Slender Man” (2018) nunca vieron una película de terror… ni sintieron miedo alguno al caminar por una calle/bosque/ciudad/vivienda oscura y terrorífica. Nos alegramos por ustedes chicas, pero sepan que este tipo de actitudes “despreocupadas” le quitan un poco (bastante) de credibilidad a cualquier relato. Hasta en la comedia más ingenua, las mujeres (y los hombres) no salen a la mitad noche a pasearse por el bosque más cercano.
Estas son las historias fallidas que tanto desprestigian a un género que la tiene que remar para alejarse de los clichés y sorprendernos con sus personajes y argumentos. Por suerte, en los últimos tiempos la balanza se viene inclinando para el lado del bien con ositas como “¡Huye!”, “El Legado del Diablo”, “Raw” y “Un Lugar en Silencio”, que aportan originalidad, maestría y verdaderos sustos que, poco y nada tienen que ver con los clásicos ‘jump scares’ de manual.
Los buenos realizadores buscan hacer la diferencia desde la narrativa, la coyuntura o, simplemente, con una película bien hecha. En el caso de “Slender Man”, ni podemos imaginar que quiso hacer el director Sylvain White, responsable de “The Losers” (2010) y de un montón de capítulos televisivos, cuando decidió adaptar este creepypasta -algo así como una leyenda urbana que surge de las páginas de la web- creado por Eric Knudsen.
Sabemos que a Hollywood se le acabaron las ideas desde hace rato, y raspando el tarro encontraron estos mitos de Internet que podrán funcionar para asustar a algún adolescente que abre desprevenido un mensajito de texto, pero que hacen imposible sostener una hora y media de película. Es más, “Slender Man” podría haber funcionado mucho mejor como un episodio de media hora dentro de alguna antología de terror, pero llega un punto que la historia de White no avanza y se vuelve repetitiva, justamente, porque no sabe qué hacer ni con sus personajes ni con su criatura.
Estamos en un pequeño pueblito de Massachusetts, Wren (Joey King), Hallie (Julia Goldani Telles), Chloe (Jaz Sinclair) y Katie (Annalise Basso) son cuatro súper amigas y compañeras de secundaria que sólo quisieran escapar de la monotonía del lugar y que, sin mucho más que hacer un viernes por la noche, deciden (con énfasis en deciden) invocar a Slender Man, una misteriosa figura humanoide y sin rostro (el flaquito pálido ese que aparece en los afiches) al que, según cuenta la leyenda, le copa secuestrar niñitos y traumatizar a aquellos que no se lleva. Una vez más, ¿por qué querrían invocar a semejante espectro?
Muy al estilo de “La Llamada” (The Ring, 2002), las chicas ven un video por la web, con las instrucciones adjuntas, y listo, así dejan la puerta abierta para que esta criatura comience a acecharlas.
Una semana después, Hallie comienza a experimentar extrañas pesadillas y alucinaciones, y durante una excursión escolar Katie desaparece sin dejar rastro. Claro que la mayoría del pueblo cree que se escapó o fue secuestrada, o es lo que suponemos, ya que no la buscan mucho que digamos. Para eso están sus amigas, que van a tratar de averiguar qué anda pasando, además de encontrar la manera de rescatarla.
Se podrán imaginar que no tardan mucho en descubrir que todo tiene que ver con el dichoso video y Slender Man, que empieza a aparecer cada vez de forma más frecuente en sus visiones, llevando a cada una de las chicas al borde de la locura.
Esto es básicamente “Slender Man”, una película donde las adolescentes son imbéciles a más no poder (elijan el cliché del género que más les guste que, acá, lo van a encontrar); donde los adultos brillan por su ausencia, es más, en el 99% de los casos ni hay un padre, tutor o encargado a la vista que se anime a preguntarle a su hija/alumna si le pasa algo; mucho menos una autoridad competente que investigue la desaparición.
Todo recae en estas tres protagonistas que van a recurrir a la web (cuando no) y a un misterioso personaje que las va a guiar para que puedan ayudar a su amiga. Nota para los que están leyendo: esto NO se hace, siempre conviene acudir a un adulto responsable… claro que, como dijimos, no hay ninguno a la vista.
A White no parecen preocuparle ni los lugares comunes que atestan su relato, ni las incongruencias, mucho menos los personajes y situaciones que van quedando inconclusos (o sin justificación) por el camino. Trata de darle una explicación a la criatura, anclarla en relatos míticos, pero cuando nada de esto funciona, inunda la pantalla con una parafernalia visual (un montón de imágenes estroboscópicas y sin sentido) que molesta más al espectador que a las víctimas de Slender Man.
Triste que Ramin Djawadi se haya prestado para este mamarracho y no, ni su banda sonora (compartida con Brandon Campbell) ayuda a salvar una historia que, desde el primer momento, sabemos que da para fiasco.
Mejor busquen el creepypasta original, seguro que algún susto les arranca. No es el caso de esta historia que cae en los lugares más elementales, incluso, desde sus movimientos de cámara.
LO MEJOR:
- Vamos a decir que la banda sonoro de Djawadi, aunque sea intrascendente.
- Que si fracasa van a dejar de hacer estos mamarrachos.
LO PEOR:
- Si decimos TODO, ¿es mucho?
- Bueno, todo.
- Ok, la historia, los personajes, la criatura, etc.