Sentimientos que curan
Escrita por Bryan y Craig Schulz –hijo y nieto del historietista y creador de Peanuts, Charles M. Schulz–, la película dirigida por Steve Martino renuncia a cualquier tipo de humor contemporáneo para apostar por un relato inocente que llega directo al corazón del espectador. El director de Horton y el mundo de los Quién intenta replicar todos los elementos de la tira cómica original mediante un delicado equilibrio entre el mundo digital actual y la animación bidimensional más tradicional para atrapar a todas las generaciones de espectadores por igual. Por eso utiliza la línea schulziana para dibujar emociones sobre los rostros en animación 3D de Charlie Brown, Snoopy, Lucy, Linus, Peppermint Patty y compañía que, apartándose de la estética hiperrealista de Pixar, busca a través de sus facciones y movimientos corporales esbozar un manifiesto sobre el enorme poder expresivo de la síntesis gráfica.
La misma lógica minimalista se aplica al guion –una suerte de mezcla de algunos de los episodios más emblemáticos de la historieta– que fluye con una sencillez y un encanto sin igual. Lo que hace Martino es una transposición casi literal de la viñeta a la pantalla grande, por eso, si bien es cierto que sacrifica un poco la complejidad del argumento, lo hace en pos de no traicionar la particularidad del universo que intenta calcar, por lo que resulta algo casi imposible de reprocharle.
Peanuts, la pelicula despliega dos vertientes narrativas: una que abarca todo lo que concierne a Charlie Brown y sus amigos, y otra, que como no podía ser de otra manera, se ocupa de lo que respecta a Snoopy y al mundo de fantasía sin límites en el que él y Woodstock se imaginan a sí mismos como pilotos de la Segunda Guerra Mundial. Se trata de un puñado de escenas de aventuras aéreas que carecen de diálogo, pero que están repletas de acción. La simpleza del guion, entonces, lejos de ser un problema para la película, se transforma en uno de sus aciertos, ya que va pasando de una historia a la otra sin dejar rastros en las transiciones, de algunas grietas que en manos de un director menos habilidoso, habrían sido inevitablemente visibles.
Si hay algo que desprende la película es una gran ternura, que puede verse en una de las escenas más adorables donde Charlie Brown está dispuesto a aprender algunos pasos de baile para llamar la atención de la niña del cabello lacio y colorado. Para conseguir su objetivo se ayuda de huellitas desparramadas en el piso para marcar los pasos y, claro, de su fiel amigo, Snoopy, que le muestra cómo lo hace un verdadero bailarín al ritmo de "Bamboleo" de Gipsy Kings.
The Peanuts Movie está llena de estos momentos entrañables que tienen como protagonistas a los personajes creados en 1950. Ver a Snoopy redactando en su máquina de escribir alguna de esas maravillosas historias que siempre hacía un bollito y descartaba en vez de terminarlas o enfrentándose a su archienemigo el Barón Rojo, a bordo de su casa-biplano de la Segunda Guerra Mundial, es remontarse a ese imprescindible y maravilloso legado que su editor original bautizó como Peanuts.
A más de 60 años de su creación, Martino realiza un notable homenaje al universo delineado por Schulz. Su película es, ante todo, una carta de amor y de agradecimiento al inventor del famoso can y su pandilla, además de una trasposición libre de pretensiones, con un enorme cariño y respeto por la esencia de la historieta, cuyo único fin es recordarnos que la felicidad se encuentra en esos pequeños pero significativos momentos de la vida.