Trasladar una de las mejores historietas del universo a la pantalla grande siempre es difícil. Las alternativas oscilan entre desnaturalizar el original (lo que sucedió con Garfield y la mezcla de actores y realismo digital) o aplicar la inteligencia. Es el caso de esta película, que recupera para el 3D, de un modo más inteligente que ingenioso, ese trazo de Charles Schulz que se creía simple y era tan complejo. Como los personajes, pequeños alienados en un mundo donde el adulto está permanentemente fuera de campo. Este film, que combina la peripecia de Charlie por hablarle a la Chica Pelirroja y la de Snoopy en su cruzada imaginaria contra el Barón Rojo (y mucho más, pero combinado en un guión que es muchyo más que un “grandes éxitos”) hace lo casi imposible: entender el universo que nació pesimista pero tierno (Charlie es un conjunto imposible de fracasos, aunque la película decide darle un poco de satisfacción) de Schulz y transformarlo en un mundo cinematográfico. El uso de la profundidad digital logra un efecto curioso: aunar en una sola forma visual esa doble característica de la historieta, de personajes de trazo limpio y claro, casi iconos, y la profundidad emocional lograda con pocos recursos. El mayor logro de esta película, que satisfará al niño y a quien ha gozado de la belleza de la tira original, consiste en haberla entendido y lograr una película que no depende de su recuerdo.