Charlie no se rinde
La pandilla creada por Charles Schulz en 1950 vuelve al cine, esta vez en 3D y animado digitalmente. La buena noticia es que sus realizadores se han ocupado y supieron respetar el trazo clásico característico en la obra de Schulz, aún cuando no hay un lápiz de por medio.
La historia es simple. Una nueva vecinita llega al vecindario y esto complica la ya de por sí complicada vida de Charlie Brown, siempre inseguro, tímido, torpe. Como decía el filósofo Adolfo Castelo, todo lo que un tipo hace en su vida es para levantarse minas. Y ahí va Charlie, todo ímpetu y ganas, se decide a superar sus miedos y ganarse la simpatía de la niña en cuestión. Paralelamente, su perro Snoopy libra una guerra cerrada como el As de la Primera Guerra contra el Barón Rojo.
La propuesta es un bálsamo entre tanto ruido disfrazado de película. Desde la simpleza del dibujo, la música sin estridencias y un humor que hace base en el gag rápido y bien construido, la película ofrece algo más que entretenimiento, le da a sus espectadores un motivo para reencontrarse con chicos que remontan barriletes, juegan en parques o dejan volar su imaginación, aunque estos chicos estén dibujados. Es deseable que a los de carne y hueso se les pegue algo de todo esto.