¿Héroe o villano?
Edward Snowden es un informático estadounidense que en 2003 dejó su trabajo en una empresa contratista para ingresar en el ejército, con la intención de formar parte de las Fuerzas Especiales. Tuvo que desistir tras un aparatoso accidente en el que se rompió las dos piernas.
Entre unos contactos y otros, terminó trabajando para La Agencia de Seguridad Nacional (NSA) y la CIA. Gracias a la acumulación de información privilegiada que cayó en sus manos, y a una repentina necesidad de comunicar al mundo lo que el mundo ya intuía –que el imperio nos vigila a todos permanentemente-, no exento de complejo de culpa, Snowden decidió filtrar a la prensa internacional una cantidad ingente de documentos que contienen importante información sobre la NSA, que desvelan la masiva trama de espionaje tejida por el gobierno de Estados Unidos.
La documentación aportada por Snowden ha probado que el gobierno de su país vigilaba no solamente las llamadas, correos electrónicos y visitas a páginas de internet de millones de estadounidenses, sino también la actividad de grandes empresas de telecomunicaciones como Apple, Google o Facebook. Aquello fue una bomba mediática y política, cuyo impacto acusó el gobierno de Obama. La historia de ese encuentro entre Poitras, Greenwald y Snowden, perseguido desde entonces por la justicia americana y obligado a vivir como fugitivo en Rusia, fue el tema de la película Citizenfour (2014), realizada por Laura Poitras (Melissa y ganadora del Oscar al mejor documental en 2015).
Es justo decir que la película de Stone –impecable en su realización, como siempre- aporta muy poco sobre el personaje. Mientras que el documental de Laura Poitras era tan eficaz como un thriller de John le Carré, la película de Stone, que reconstruye varias escenas de Citizenfour, no es desgraciadamente más que una pálida copia, una película muy comercial destinada al gran público.
Snowden, ¿héroe o delator? Stone no se lo plantea y tampoco da al espectador la oportunidad de hacerlo. Mete un drama sentimental y un thriller cibernético en una envoltura orwelliana (el director de la CIA parece salido directamente de las páginas del libro 1984).
Stone ha optado por la defensa de Snowden, el hombre que desveló el inmenso programa clandestino de vigilancia del gobierno de Estados Unidos. Y ha hecho de él un héroe tanto mayor porque no se trata de un superhéroe sino de “un chico normal” que llevó a cabo un gesto heroico no por casualidad, sino después de pensarlo mucho. Snowden es un patriota dispuesto a pagar en persona. Sí, le formaron y trabajó como espía de la CIA. Sí, era un brillante informático que creó varios programas para la seguridad nacional. Sí, fue ese mismo patriotismo el que le impulsó a hacer públicos los documentos secretos de la NSA. Porque la democracia y el pueblo estadounidense deben conocer las actividades ilegales, inmorales, e incluso incontestablemente criminales de su participación en los asesinatos extrajudiciales llevados a cabo con drones.
Según Oliver Stone, la implicación de Snowden ha sido determinante en el proceso de creación de la película: “No puedo contar exactamente lo que nos ha confiado. Yo creo que la única forma de que el misterio se desvele completamente es que él escriba un libro. Pero en una historia que la NSA nunca va a confirmar ni desmentir, toda la autenticidad posible se debe a la ayuda que nos ha prestado Ed. La NSA es todavía un mundo relativamente desconocido…”.
Otros, antes que Snowden, ya denunciaron las derivas ilegales de la NSA. El primero que las filtró fue William Binney quien, después de 30 años de servicio en la NSA, dimitió siete semanas después de los atentados del 11 de septiembre. Tanto Binney, como otros que le han seguido, han hecho hincapié en la ineficacia de la vigilancia masiva en la lucha contra el terrorismo.