La película más escalofriante del año está basada en hechos reales. Para ver junto con Citizenfour y reflexionar.
Muchos años de literatura, sobre todo del siglo XX, trajeron a las generaciones más recientes los rezagos de la vida durante y después de la guerra mundiales. Es curioso como, luego de la Segunda, los autores se inclinaron tanto hacia la ciencia ficción. Obras como 1984 de George Orwell y Fahrenheit 451 de Ray Bradbury se convirtieron en clásicos gracias a su (pesimista) visión del futuro, atmósferas sofocantes, vigilancia masiva y fuertes restricciones ideológicas, algo que su generación sufrió mucho, más que nada en Europa. Gracias a las nuevas tecnologías se volvió mucho más fácil el conflicto. Luego de las grandes guerras se comenzó a competir en el campo de lo económico, y ahora que las avanzadas comunicaciones lo permiten, es la información ese bien tan preciado por los países ya llenos de poder. Las contiendas que antes concluían con muchos muertos hoy terminan incluso antes de el perdedor sepa que está jugando. La historia de Edward Snowden le dio al mundo la pista de que hace rato estamos inmersos ese futuro tan terrible.
Luego de que una lesión lo deje de afuera del servicio militar, Edward Snowden (Joseph Gordon-Levitt) decidió hacer uso de su gran aptitud para la computadoras y buscar un puesto en la CIA para ayudar a combatir el terrorismo. Los manejos sucios de esta entidad lo sorprendieron sobremanera: con la excusa de evitar un ataque similar al de las Torres Gemelas en 2001, el gobierno de los Estados Unidos estaba vigilando a través de sus dispositivos electrónicos a toda su población y plantando malware en las PCs de los gobiernos aliados (por las dudas). Luego de 8 años de estar involucrado en estas misiones, Snowden decidió, por el bien de todos, divulgar esta información y los documentos que lo respaldan. Contactó para esto a los redactores de The Guardian Glenn Greenwald (Zachary Quinto), Ewen MacAskill (Tom Wilkinson) y a la directora de documentales Laura Poitras (Melissa Leo), que luego convirtió la experiencia en CItizenfour, la ganadora del Oscar a Mejor Documental en 2015.
Es difícil hacer una película sobre un asunto tan delicado. Es por eso que el director, Oliver Stone, decidió filmarla afuera de Estados Unidos y con financiación parcial de Francia y Alemania. Él y Joseph Gordon-Levitt se reunieron con Snowden para charlar sobre la producción. Los recaudos tomados durante la filmación fueron inmensos: el guionista Kieran Fitzgerald y Stone llegaron al punto de escribir el guión en una computadora sin acceso a internet. La película está basada en dos libros: The Snowden Files de Luke Harding y Time of the Octopus de Anatoly Kucherena (el abogado ruso de Snowden). Para el papel de Lindsay Mills, la novia de Snowden, se eligió a Shailene Woodley (The Fault In Our Stars, 2014). La epilepsia de Snowden y el estrés causado por su trabajo son algo muy bien relatado e importante para la entenderlo en su desesperación. A diferencia del documental Citizenfour (2014), en Snowden se relata su camino, tanto personal como moral y las reacciones suyas que desencadenan el posterior escándalo.
A algunos, la idea de estar completamente entregados a un poder superior no les causa ninguna incomodidad. Tal vez porque confían en su gobierno, tal vez porque saben que no tienen nada que ocultar, pero estas no son razones para que el derecho a la privacidad (uno de los Derechos Humanos) sea violado en pos de una competencia económica y política que nada tiene que ver con sofocar al terrorismo. La simple existencia de esta herramienta puede causar catástrofes políticas y sociales (que ya han sucedido, incluso con registros mucho menos tecnologizados). El cyberpunk, ese género que jugaba con la idea de un poder absoluto vs. el pequeño individuo que lo confronta desde atrás del teclado, es un invento de los 80 que la realidad terminó por imitar.