El estatuto de la información
La información siempre tuvo un valor, y desde el poder constantemente se controlaron tanto los regímenes de verdad como el contenido de lo que el pueblo debía saber para ser subyugado. El ascenso de la burguesía en los últimos siglos trajo consigo el surgimiento -o más bien, el apuntalamiento- del vago concepto de opinión pública, que hoy aparenta o cree dirigir las acciones de los gobiernos del mundo.
El caso de Edward Snowden fue paradigmático respecto del rol y el significado de la información en nuestra época. Snowden fue un agente de los servicios de inteligencia de Estados Unidos hasta que decidió exponer información sensible sobre la vigilancia de estas mismas agencias norteamericanas sobre todos los ciudadanos del mundo a dos periodistas del prestigioso periódico británico The Guardian, Glenn Greenwald y Ewen MacAskill, y a la documentalista Laura Poitras, que realizó el film Citizenfour (2014) con el material obtenido en las entrevistas y el proceso de publicación de los documentos. Fue acusado y perseguido con todas las repudiables leyes inconstitucionales que Estados Unidos le quiere imponer al planeta.
Oliver Stone -Salvador, (1986)- compró los derechos de los libros que registraron y analizaron la historia en su apogeo: The Snowden Files (2014), de Luke Harding, y No Place to Hide: Edward Snowden, the NSA, and the U.S. Surveillance State (2014), de Glenn Greenwald. Junto al joven guionista Kieran Fitzgerald, se encargó de adaptarlos al cine y a su particular dramatización realista documental de la historia del enemigo número de Estados Unidos, ahora bajo asilo político en Rusia.
La película narra el proceso de transformación de Edward Snowden de nacionalista resuelto a ayudar a su país en la guerra contra el terrorismo a traidor a la patria cuando comienza a tener objeciones morales y éticas tras conocer el trasfondo ilegal de su trabajo y la amenaza a la democracia que las agencias para las que trabaja representan para su país. Situando el presente en el momento de la filmación del documental de Poitras en un hotel de lujo en Hong Kong, el opus regresa una y otra vez sobre la formación de Snowden, su dificultad para socializar, su relación de pareja, sus ataques epilépticos, su trabajo como contratista y el proceso de formación de objeciones morales a su trabajo.
Lo mejor del film es la contraposición ideológica entre Corbin O’Brian, el mentor y protector de Snowden, y el protagonista, con dos visiones distintas del mundo y de las posibilidades de la tecnología. Joseph Gordon-Levitt realiza un extraordinario trabajo protagónico junto a un elenco en el que se destaca la excelente actuación de Rhys Ifans interpretando a O’Brian como figura antagónica. Stone eligió como director de fotografía a un reconocido artesano de la imagen, el inglés Anthony Dod Mantle –Dogville (2003), usual colaborador de los maravillosos directores Lars von Trier y Danny Boyle. Así como Stone le da a Snowden un carácter dramático buscando definir el estatuto de la información en nuestro presente tecnocrático a través de una historia apasionante, Mantle le aporta al film un grado de contraste significativo entre nuestra experiencia física y la virtualidad que pretende tomar el control de la existencia y transformarla.
Snowden no es solo una película, es un acontecimiento político y jurídico muy importante, y esa es la razón por la cual Oliver Stone no dejo pasar la oportunidad de dar su mirada sobre la revelación de información sobre la vigilancia a la que somos sometidos ilegalmente bajo el pretexto de la seguridad nacional de un país enfermo. Pero también es crucial recordar que Snowden es un símbolo del valor moral de un hombre que se atreve a enfrentarse a sus temores y a la perversión de un sistema de inteligencia macabro para sacar a la luz la verdad a pesar de las consecuencias.