Ramiro (Leandro García Ponzo) es cocinero de un bar, Hernán (Pablo Limarzi) es un ingeniero desempleado a cargo de una hija adolescente. Nora (Eva Bianco) es enfermera en un hospital público, pero está fascinada con un taller de teatro; Lucía (Malena León) empieza a trabajar en una librería y a salir con un joven maestro con el que se reencuentra después de mucho tiempo. Y, como una suerte de conexión entre estos cuatro protagonistas, hay una chica a la que en el primer plano del film vemos trabajando como recolectora de basura en la madrugada de la ciudad de Córdoba.
Y la Docta (particularmente su zona céntrica) es otro de los personajes centrales de Sobre las nubes, un collage urbano sobre las personas, sus trabajos (o la falta o precarización de ellos) y sus lugares.
Uno podría pensar en el cine de Robert Altman o en una película argentina que también se desarrolla sobre fin de año como Felicidades, de Lucho Bender, pero la coralidad del film de Aparicio está desprovista de todo virtuosismo (los personajes apenas se cruzan) y efectismo.
Austera y al mismo tiempo cuidada, despojada de toda épica pero con una puesta en escena muy pensada al igual que su look en blanco y negro, Sobre las nubes es un relato melancólico (lluvia, noche y, claro, las nubes del título) en el que la crisis se percibe en el trasfondo. De hecho, Hernán -que busca trabajo y no lo encuentra- podría ser un personaje de Ken Loach, pero Aparicio prescinde de la bajada de línea por un lado y de la idealización por el otro.
Durante las dos horas y media de película conviven (casi siempre con armonía) múltiples elementos: desde entrevistas propias de un censo hasta la irrupción de un eclipse que conmueve a la ciudad, pasando por la literatura (citas a Saer y Borges) y el teatro, la dinámica propia de las fiestas de fin de año y la combinación entre intérpretes profesionales (como Bianco) y otros sin experiencia previa en cine para un patchwork que Aparicio maneja con precisón y convicción. Sobre las nubes propone un mirada poética y social, sin alardes ni gritos, sobre las relaciones humanas en una gran urbe que permanece impregnada en la retina y el corazón del espectador mucho después de finalizada la proyección.