El segundo largometraje de la realizadora cordobesa María Aparicio luego de Las calles (2016) abre con la imagen de una joven que limpia la ciudad de Córdoba y quien canta mientras lo hace. Luego, cuando reaparece en otra secuencia, evoca lo que produjo en ella realizar ese trabajo mientras el mundo amanecía y nadie la miraba, “como si no estuviera ahí”.
La frase se dice en un contexto que encapsula las temáticas y el tono de Sobre las nubes: en una charla fortuita que entabla con Hernán (Pablo Limarzi), un ingeniero desempleado que había compartido una entrevista laboral con ella. La joven lo recuerda y se disculpa por haber hablado más que él en una jornada que marcaría el destino de ambos. Ese gesto, tan humano, tan sencillo y monumental al mismo tiempo, lo encontramos también en otros vínculos que se suscitan en este largometraje, que obtuvo el premio a la mejor película en la competencia argentina de la última edición del Festival Internacional de Cine de Mar del Plata.
Desde los momentos más simples a los que se aferra Ramiro (Leandro García Ponzo) para abstraerse del destrato en su ámbito laboral, pasando por la búsqueda de Nora (Eva Bianco), una enfermera que halla en clases de teatro un espacio cargado de vigor, y Lucía (Malena León), quien trabaja en una librería y encuentra en las palabras la belleza para motorizar su cotidianidad, Sobre las nubes es un film coral en el que las grandes cosas que les suceden a sus protagonistas están atadas por un hilo invisible.
Su directora nunca compromete su visión, se mantiene fiel a una manera poética de capturar esos relatos mínimos donde no hay lugar para el cinismo. De esta forma, a medida que llega un final que, en realidad, es el inicio de otras vivencias, las nubes, la lluvia y una canción se apoderan de la película (filmada en blanco y negro) y la vuelven memorable.