Ese viejo cine “para toda la familia”
Estrenada hace exactamente un año, Socios por accidente encontraba algo parecido a una virtud en no ser el bochorno que hubiera podido esperarse. Esto gracias al profesionalismo y la firme convicción de sus directores, Fabián Forte y Nicanor Loreti, ambos hijos dilectos del Festival Buenos Rojo Sangre y reconocidos en el ámbito más indie del cine de género local, de no confundir encargo y obligación con desgano y pereza. En esta segunda parte, ni siquiera el oficio de la dupla es suficiente para salvaguardar la integridad de un film cuyo guión nació feo, carente de timing, apolillado, anclado en ese cine argentino “para toda la familia” de los ’80 y ’90 que delegaba la responsabilidad de su éxito artístico en las espaldas del “comediante” de turno (Guillermo Francella, en nueve de cada diez casos), su capacidad de empatía con el público y la popularidad generalmente otorgada por su amplia rotación en la pantalla chica. El último entrecomillado no responde a un menosprecio al protagonista de Extermineitors, Un argentino en Nueva York y Papá es un ídolo. Sí a que ese rol sea ocupado otra vez por un monstruo bicéfalo con los rostros de los inefables José María Listorti y Pedro “Peter” Alfonso, quienes vuelven a ponerse en la piel de un traductor ruso y un agente de Interpol ahora para salvaguardar la integridad del mandatario de las tierras de Putin ante un inminente atentado durante su visita a la provincia de... ¡La Rioja!Socios por accidente 2 acrecienta la raigambre televisiva de su antecesora valiéndose no sólo de un desarrollo planísimo y reglamentario, sino también de varios exponentes del conglomerado audiovisual de Marcelo Tinelli (Campi, Paula Chaves y Anita Martínez) para cederles cameos o roles secundarios con el fin de que se “luzcan”. Obviamente no lo hacen, pero al menos comprueban que para erigirse como ejes cómicos les falta un largo, larguísimo trecho, aun cuando puedan ser buenos haciendo imitaciones, animando algún magazine vespertino o bailando/ patinando/ cantando por un sueño. Incluso Listorti no tiene pruritos en reservarse espacio para un número musical gratuito, inexplicable y digno de la pista de baile de Showmatch, cuya inclusión se entiende sólo si se tiene en cuenta que él es uno de los productores y, por ende, amo y señor del proceso creativo detrás de una película concebida única y deliberadamente con fines recaudatorios. Lo cual no tendría nada malo, salvo cuando, como en este caso, se nota demasiado.