¿Hacia falta una segunda película? Digamos que la respuesta hay que buscarla en las boleterías, la primera llevo muchos espectadores, claro que, habida cuenta de la proveniencia de los mismos, casi mayoritariamente cautivos de una televisión que tiene como estandarte programas “Gran Hermano” o “Showmatch”. Como decían en su espectáculo de hace años el grupo Les Luthiers: “El que piensa pierde”.
Qué se puede esperar de una segunda parte cuando la primera, en sí misma, era una falta de respeto al cine, en particular el nacional.
Hablar de la idea directriz de las acciones de los personajes y del guión sería una falacia, todo es tan pueril, comenzando como un gran flash back para terminar temporalmente un poco después de la escena de inicio.
Novedoso al extremo, luego cada secuencia y/o escena es de tan evidente propósito de constituirse en excusas para pegar un sketch tras el otro, resultando demasiado televisivos, demasiado tontos.
Sin embargo, parece que algo han aprehendido, pues no se cometen los mismos horrores que en la predecesora, se cometen otros, por supuesto, casi tan groseros como los de la primera, que a mitad de la segunda década del siglo XXI lo efectos especiales sean de peor factura que los Geoerge Melies, lo que es mucho decir.
Podría haber sido una comedia de aventuras, pero es tal el desprecio que se tiene por el espectador al que apunta que se nota la ausencia de trabajo en los personajes, en su desarrollo y en el chiste extremadamente fácil.
Lo que termina por ser ya no sólo una falta de respeto sino un defecto, intrascendente y más frívolo que de entretenimiento, que en realidad sería ese su único objetivo desde el producto, pero no lo logra.
De qué va la historia. Comienza con el secuestro de la hija de Matías, quien ahora es un traductor de gran prestigio de la lengua rusa, está de novio con Jess, una joven tan hermosa como hueca, y se encuentra ante el mayor desafío profesional de su vida con la llegada del primer ministro ruso (Mario Pasik) a la Argentina. El alto funcionario del gobierno ruso ha sido amenazado de muerte, según se comenta por un grupo de terroristas (creo que quien lo amenaza es su profesor de teatro, no por la actuación sino por la elección). Ello hará que se vea involucrado en una historia impensada para él, (lo de impensado es general del personaje). Imprevistamente se cruzará en su camino Rody (Pedro Alfonso), como un agente secreto que tiene la tarea de desenvolverlo de los conflictos en los que se envuelve el traductor idiota.
Resta lo de llenar las arcas…..definiéndose como una producto sumamente descuidado, plagado de lugares comunes, mal resueltos, chabacanos, se podría decir humor básico, pero seria insultar a lo humoristas, sin ser práctica a la hora de la comedia ni audaz a la hora de la aventura.
Aburrida en extremo, por suerte no se la nota presuntuosa, lo que sería cartón lleno, además lo de las boleterías, el otro tema a vislumbrar.