¡Estamos en la B!
“Hagamos tres chistes seguiditos, tres chistes; no te pido 28 chistes seguidos como Will Ferrell. ¡Te pido tres!”. Este podría ser yo, frente a la pantalla, como un improbable Tano Pasman cinéfilo mirando Socios por accidente 2.
Este tipo de películas se construyen sobre la base de dos conceptos: uno es el divertimento pasatista para las vacaciones; el otro es el de producto por encargo. Antes de seguir, aclaremos que desde aquí no hay ningún tipo de prejuicio negativo sobre ninguna de estas dos posibilidades: por lo general son estructuras reconocibles por un público mayoritario, pensadas para la recaudación, pero que pueden tener su encanto si los involucrados hacen lo suyo con un mínimo de respeto hacia el espectador. Cosa que no ocurre, lamentablemente, en estas producciones pensadas parar el lucimiento de artistas que sobresalen -a su manera- en la televisión, pero que carecen de una idea concreta de cómo debe ser algo para reproducir en una pantalla grande como la del cine. Ya el año pasado (aquí) hablábamos de cómo el público era parte del problema, así que no repetiremos conceptos, sólo confirmar que tampoco puede pedirse demasiado respeto cuando el destinatario no se lo tiene a sí mismo. Por lo tanto, la idea de “entretenimiento pasatista” que se tiene es muy floja, básicamente repetir los morcilleos televisivos sin mayores variantes porque se supone que ese público irá buscando exclusivamente eso. Hay algo de cierto en esta presunción… y da una idea de la pobreza general. Lo más inexplicable en el contexto de una película como Socios por accidente 2 es lo fallida que resulta la idea de “película por encargo”. Digamos que Fabián Forte y Nicanor Loreti no sólo son tipos con pericia narrativa (lo han demostrado en las películas que han filmado por su cuenta), sino que además suelen abordar historias que tienen puntos de conexión con un cine mainstream o de género. Que una comedia de acción les salga tan mal, sin gracia y mucho menos timing, tal vez tenga que ver con una imposibilidad que viene desde el germen del producto: se nota lo hecho a las apuradas, con algunos chistes elaborados pero torpemente ejecutados, con una falta de rigor notable en la puesta en escena (pensemos en cualquier comedia de acción yanqui y, por mala que fuera, todo se ve más o menos profesional), lo que habla no sólo del apuro general sino de la falta de interés en que la película luzca, al menos, bien.
Porque el inconveniente de Socios por accidente 2 no es que la hayan hecho para juntar unos pesos, sino que eso se nota demasiado y repercute negativamente en un intento de entretenimiento de lo más aburrido e interminable, a pesar de sus escasos 89 minutos.
¡Estamos en la B!