Estrafalarias peripecias
Traductor de lengua rusa, Matías lleva una vida aburrida y rutinaria luego de su divorcio y sólo es feliz cuando Rocío, su hija adolescente, lo visita semanalmente. La relación entre ambos es cordial, aunque la muchacha añora las diversiones que le brinda Rody, actual pareja de su madre. Pero de pronto la existencia de Matías dará un gran vuelco cuando el mismo Rody, que trabaja para Interpol, lo secuestra para que le traduzca una misteriosa clave que está en posesión de una agente rusa. El secuestrado, a punta de pistola, acepta esa misión para demostrarle a su hija que puede ser valiente y tener una existencia llena de acción como la de Rody.
Aquí comenzarán las penurias para esos dos hombres que, convertidos en socios, iniciarán un periplo que los llevará a los más intrincados rincones de la selva misionera y a las cataratas del Iguazú. Poco a poco nacerá entre ellos una amistad.
Los directores Fabián Forte, que ya había demostrado su pericia en La corporación, y Nicanor Loreti, que debutó en el largometraje con Diablo, supieron manejar con indudable acierto un guión que recrea las graciosas peripecias del dúo y demuestra la calidez que surge de la unión de esos personajes bastante estrafalarios.
El elenco es otro de los aciertos de esta historia. Tanto José María Listorti como Pedro Alfonso supieron manejar con soltura sus respectivos papeles, muy bien acompañados por Edward Nutkiewicz como el malo de turno y por Lourdes Mansilla, en la piel de esa adolescente que, sin quererlo, se verá envuelta en esa peligrosa persecución. Los bellos paisajes misioneros, captados por una muy buena fotografía, y una serie de gags de inmediata repercusión en el público suman puntos a esta comedia que sigue un camino policial visto con una permanente sonrisa.