La tinellización del cine de culto
Dos realizadores “de culto” (al menos todo lo “de culto” que se puede ser en el cine argentino actual) como Nicanor Loreti (el ex editor de la revista La Cosa que filmó Diablo y La H) y Fabián Forte (Mala carne, Celo, La corporación) escribieron y dirigieron esta buddy-movie al servicio de dos figuras del clan televisivo de Tinelli: José María Listorti y Pedro “Peter” Alfonso (ambos en debuts cinematográficos no demasiado auspiciosos).
La película no es del todo buena (tiene múltiples pequeños problemas), pero tampoco es un despropósito. En los términos en que está planteada (un pasatiempo superficial para el consumo familiar) podría decirse incluso que es medianamente eficaz ¿En qué quedamos? ¿El vaso medio lleno o medio vacío?
Si la comparamos con, por ejemplo, Bañeros 4 (su horrorosa “competidora” nacional en estas vacaciones de invierno) estamos hablando poco menos que de una obra maestra. Ahora, si el parámetro que tomamos, en cambio, es cualquier buddy-movie de Hollywood del tipo Comando Especial sería una película menor y fallida, ya que sus escenas de acción son flojas y tiene errores (como múltiples problemas de continuidad que, con un poco más de tiempo y de recursos podrían haber sido borrados en la posproducción vía efectos digitales) que la ubican bastante lejos de los estándares del cine mainstream.
¿La trama? Padre ausente y divorciado, Matías (Listorti) es un traductor de ruso que después de mucho tiempo debe cuidar durante un fin de semana a su hija adolescente Rocío (Lourdes Mansilla), que -claro- lo considera un viejo patético y aburrido: un plomo. Su insufrible ex esposa (Anita Martínez) está en pareja con Rody (Pedro Alfonso), un típico canchero que trabaja como agente secreto de ¡Interpol! A partir de justificaciones por demás ridículas y caprichosas, ambos iniciarán juntos una misión con el neo-Bond burlándose de y al misma protegiendo a un Matías que parece más torpe que el Agente 86 y Los Tres Chiflados juntos.
La película -que de alguna manera se inscribe en la línea de “clásicos” de los ’70, los ’80 y los ’90 como Los Superagentes, Brigada Explosiva y Los Extermineitors- apela de forma conciente a los estereotipos, a la exageración, a los guiños cinéfilos bastante obvios y a las fórmulas ya algo trilladas de este subgénero. El film no es demasiado sorprendente ni vistoso como para resultar un producto comercial distintivo (como sí lo fue Tiempo de valientes, de Damián Szifron) ni tampoco apuesta por un absurdo y un desenfado que le permita calificar como un exponente Clase B. Se queda, así a mitad de camino, con cierta dignidad y corrección, es cierto, pero también con un tono dubitativo, como si tuviera un fuerte problema de identidad: no sabe bien qué quiere (ni puede) ser.