Amigos para la aventura
Socios por accidente (2014) transita un género que en el cine argentino tuvo sus mejores exponentes en la saga de los Superagentes. Películas cuya estructura narrativa es tomada de producciones norteamericanas (de acción), cuyo tinte criollo lo agrega el humorista. En esa combinación, no siempre afortunada, sucede el film.
De ahí aparecen en la memoria rápidamente los extremos: Los extermineitors (1989) con Emilio Disi y Guillermo Francella en una punta, y la genial Tiempo de valientes (2005) de Damián Szifrón en la otra. Socios por accidente está más cerca de la primera que de la segunda, y no por sus virtudes.
La historia nos trae a Matías (José María Listorti debutando en cine y en el rol de comediante francelliano) traductor de ruso y padre de Rocío, su hija adolescente con quien tiene una relación distante. Está separado de su mujer y sólo puede ver a la niña los fines de semana. Para colmo de males la pareja de su ex, Rody (Pedro Alfonso), es divertido, aventurero y comprador. A la inversa Matías es miedoso, cobarde y aburrido. Un día golpean a su puerta y es Interpol que lo necesita para descifrar un mensaje en ruso, lo que no sabe es que el agente encargado de la misión es nada menos que Rody, su contrincante número uno.
La dirección de la película recae en Nicanor Loreti (responsable de la genial Diablo) y Fabián Forte (La Corporación, Malditos sean!), dos directores de cine fantástico relegados por años a la marginalidad de los circuitos alternativos que comienzan a participar de producciones comerciales. Su mano para la realización es más que correcta, cuentan la historia de manera dinámica y con algunos planos y angulaciones de cámara provenientes de la Clase B que le dan fluidez al relato.
Pero el mayor problema de la película pasa por los chistes que no causan gracia. Si bien hay una intención de hacer un humor básico para adolescentes-niños, no termina de cuadrar con las escenas de acción. Aquello que debería dar frescura a la trama la entorpece. Listorti hace un esfuerzo notable por ponerse el traje de capo cómico pero el guion lo deja sólo para resolver el escollo, y no es Alberto Olmedo como para poder hacerlo.
Como dato a favor, y a diferencia de la recién estrenada Bañeros 4: Los rompeolas (2014), aquí si hay una historia, sin ser perfecta pero con la intención de apoyarse en un relato sólido que construya y justifique personajes y situaciones. El resultado es una película despareja, que deja la sensación de faltarle algo para funcionar orgánicamente, cuestión que no termina de lograr en ningún momento.