Nac & Pop.
El cine argentino que se cosecha por estas pampas para aflorar durante vacaciones de invierno suele arengar una movida de prensa objetiva, fruto del interés lucrativo que motiva a sus productores, expectantes de una devolución cuantitativa reflejada en cifras y que pocas veces (por desinterés artístico o el simple hecho de abaratar costos) denota cintas a la altura de las circunstancias.
Este año, uno de esos caballitos de batalla es Socios por Accidente, que viene a ocupar la vacante de tanque argento, barajando condimentos de tinte humorístico y aventurero pero rebajándose a lo pasatista, al mero entretenimiento en el que toda la familia pueda asistir. Su argumento se aboca al de las buddy movies (temática ya refritada, de la que Tiempo de Valientes supo dar cátedra hace casi diez años atrás), y que presenta como cómplices a José María Listorti y Pedro Alfonso, reconocidas figuras del prime time televisivo; lo que significó que más de uno ponga el grito en el cielo.
La historia toma como punto de partida a Matías (Listorti, todo un slapstick en sí pero que acá se contiene) un traductor de lengua rusa divorciado y con un estilo de vida desapasionado, en el que no consigue conectarse con su hija. Contratado por un grupo de agentes gracias a sus habilidades con el idioma, descubre que deberá colaborar con Rody (Alfonso, que se defiende como puede), actual pareja de su ex y de quien descubre trabaja para Interpol en un caso de espionaje internacional. Motivado para impresionar a su hija y ganarse el respeto de Rody, Matías acepta el encargo a pesar de los riesgos que eso conlleva. Claro que las diferencias entre ambos y el temor de Matías frente al peligro darán pie a una serie de situaciones, si se quiere decir, hilarantes.
Proyecto elaborado a partir de un interés estratégico, el encargo cayó en manos de Nicanor Loreti, realizador de tinte tarantinesco y autor de esa comedia criolla que es Diablo; y Fabián Forte, mas de corte fantástico, quien entre varios trabajos se adjudica el reciente thriller La Corporación. Es para destacar la labor de ambos directores, que de género saben bastante y quienes consiguen solventar un trabajo técnicamente eficaz.
Prejuicios de lado, la película se permite ver por su dinámica antes que por empatía con sus personajes (falta espontaneidad en el elenco y se huele lo diagramado que están los remates) y por el hecho de que en ningún momento cae en ridiculeces exuberantes (entorpecer a los personajes, exponer pura misoginia). Socios por Accidente es una película que los grandes ya vimos una y otra vez, pero que si se la contempla en familia, tampoco merece que se le sobre exija alcanzar las ambiciones de un blockbuster. Gasolera, pero sabiendo ajustarse a su condición.