Una “buddy movie” estilo argento, con olor a naftalina
Tarde o temprano ocurriría lo inevitable y el expansionismo audiovisual de Showmatch alcanzaría el último bastión hasta ahora inexpugnable: el cine. Producida por José María Listorti, protagonizada por él y uno –otro– de los inventos emblemáticos del programa de Canal 13 como es Pedro “Peter” Alfonso (el marido de la modelo Paula Chaves) y manijeada por la difusión en todos los programas de Ideas del Sur, Socios por accidente aprende rápido la lección de El Jefe, apostando por aquellas formas –y fórmulas– comercialmente exitosas independiente de su calidad. Es cierto que el advenimiento continuo de sagas y franquicias habituadas a incurrir en los mismos mecanismos narrativos al que el cine estadounidense acostumbró a las carteleras de todo el mundo en los últimos años muestra que el fenómeno no sólo trasciende lo autóctono, sino que además puede dar exponentes del altísima calidad, tal como ocurre con, por ejemplo, varias secuelas de películas infantiles superiores incluso a sus predecesoras. El problema aquí, entonces, no radica necesariamente en la réplica, sino en el modelo basal. Al fin y al cabo, el humor de comedias de acción con tintes policiales al estilo de las sagas de Extermineitors y Brigada explosiva, cuyas raigambres televisivas encuentran filiación directa aquí, lucía obsoleto hace 30 años, por lo que no costará demasiado imaginarse el olor a naftalina que desprende ahora, en pleno 2014.
Buddy movie acerca de un traductor ruso (Listorti) empujado a trabajar, situaciones entre ridículas e inverosímiles mediante, con un agente secreto (Alfonso) que además es el novio de su ex, Socios... es un film que nació viejo, carente de timing y vaciado de chispa. Sin embargo, debe reconocérsele que está lejos del auténtico bochorno que podría imaginarse. Esto porque los responsables son dos directores que ya han demostrado su creencia en el cine de género como Fabián Forte y Nicanor Loreti, emblema del terror argento y realizador de Diablo, respectivamente. Quizá por eso, a diferencia de la reciente Bañeros 4: Los rompeolas, otra película concebida únicamente con fines de explotación, el intelecto de los personajes no está reducido hasta la lisa y llana pelotudez, y se trueque el facilismo de “reírse de” por el de “reírse con”. O al menos intentarlo, ya que el resultado se reduce a una sucesión de chistes mayormente fallidos y escasamente originales (una víbora en la selva misionera: nunca visto), todos centrados en la química gélida entre Listorti y Alfonso. Que serán más o menos buenos haciendo imitaciones o bailando/patinando/cantando por un sueño, pero que para comediantes les falta bastante.