Unidos por un código
Este producto pensado para el público menudo juega con la típica "pareja despareja" que tantos buenos títulos ha dejado el cine norteamericano. En los papeles protagónicos aparecen dos figuras de mucha popularidad como José María Listorti (también productor del film) y Pedro Alfonso, unidos en una trama que acumula toques de humor, gags físicos y algo de acción.
Algunas buenas ideas provienen de la dirección de la dupla que integran Fabián Forte (La Corporación) y Nicanor Loreti (Diablo), hacedores de productos de género, quienes aplican las fórmulas a una historia que, por momentos pierde ritmo y coherencia, pero entretiene con su cuota de ingenuidad.
Un traductor (Listorti) de lengua rusa, que tiene bajo su cuidado a una hija adolescente y lidia telefónicamente con su ex mujer (Anita Martínez), es reclutado casi a la fuerza por un agente de Interpol (Alfonso), casualmente la actual pareja de su ex esposa. Entre los deseos de convertirse en un padre ejemplar y en plena competencia con el padrastro de su muchacha, la misión lo llevará por caminos peligrosos y hasta por tierras misioneras, escapando de la policía y del líder de una banda que quiere una clave que sólo él puede descifrar.
Socios por accidente sigue la línea de producciones nacionales como la saga de Los Superagentes (más acción no le habría venido nada mal) y los aciertos pasan más por su factura técnica (se apoya en efectos de sonido y en unos cuantos tiroteos) que por una trama que se mueve entre la torpeza y los miedos de un padre que ha dejado sola a su hija mientras cumple con una misión que debe resolver por obligación. El personaje de Listorti, Matías, encuentra más lucimiento cuando afloran sus temores en situaciones extremas, mientras que Alfonso juega al experimentado y duro agente sin demasiados recursos. Y ahi están, unidos por un código en este film liviano que al menos busca otros caminos para capturar al público en las vacaciones invernales.