Pareja despareja, otra vez
En Socios por accidente se establece una puja estética y temática entre dos visiones sobre el cine. Por un lado, la propuesta en sí misma, elaborada desde la estrategia de la producción, que agrupa gente proveniente de la televisión prime time junto a un guión al que se le notan los esfuerzos por arribar al objetivo de "entretenimiento para toda la familia". En el otro rincón, los directores de la cinta, procedentes de un independentismo de culto que realizó un par de películas interesantes como Diablo (de Nicanor Loreti) y La corporación (de Fabián Forte).
En Socios por accidente se establece una puja estética y temática entre dos visiones sobre el cine. Por un lado, la propuesta en sí misma, elaborada desde la estrategia de la producción, que agrupa gente proveniente de la televisión prime time junto a un guión al que se le notan los esfuerzos por arribar al objetivo de "entretenimiento para toda la familia". En el otro rincón, los directores de la cinta, procedentes de un independentismo de culto que realizó un par de películas interesantes como Diablo (de Nicanor Loreti) y La corporación (de Fabián Forte).
En medio de este matrimonio por conveniencia surge la historia de Socios por accidente, una buddy-movie policial que toma como centro a Matías (Listorti), experto traductor del ruso y esposo separado con hija que debe ayudar a la pareja actual de su mujer (Alfonso) en una misión de espionaje asignada por Interpol.
En algún punto, semejante híbrido fílmico transmite cierta curiosidad para reflexionar sobre qué se entiende cuando se habla de un cine argentino procedente de un departamento de marketing que contrata a dos cineastas del "otro palo" con intenciones de elevar la calidad de sus productos.
De allí que durante la hora y media con estos socios desparejos de protagonistas –uno torpe, el otro hábil; uno simpático, el otro con cara de piedra– se produce más de una colisión entre esas dos miradas sobre el cine. Por ejemplo, las escenas de despliegue de producción, movimientos de cámara y edición final se perciben como válidas dentro de las pretensiones –siempre limitadas– de la cinta.
En contraste, el show actoral (o algo parecido) de los intérpretes (incluyendo a una sobrecargada Anita Martínez) manifiestacierta originalidad que al poco rato vira a una incomodidad narrativa que llega a la intimidación.
Socios por accidente, que no es un film bochornoso debido a los esfuerzos de Loreti y Forte detrás de cámaras, trasluce como un Frankenstein con demasiados remiendos, donde sobresalen las costuras de una criatura híbrida creada en un laboratorio con recursos e ideasde corto alcance.