Pese al guión básico, un producto entretenido
Un traductor de ruso disfruta el estudio de la lengua como la mayor pasión de su vida. Su hija preadolescente no comparte ese entusiasmo. Su ex mujer, menos. Y el actual de la ex directamente domina otra clase de pasiones. Es agente de Interpol. Cuando, por un antojo del libreto, el traductor se ve forzado a colaborar con gente que dice ser de Interpol, todo pasará a mayores, con abundancia de tiros, huidas, competencia por el amor de la hija y acuerdos forzados. Tal, en síntesis, el argumento de esta película.
Considerando a los protagonistas, no cabía esperar mucho. Pero, considerando a los autores, había cierta esperanza. Fabio Forte y Nicanor Loreti son dos cultores del cine clase B, que ya tienen bastante práctica y bien podían aprovechar un hueso con carne. Así nos encontramos con un guión básico pero cumplidor, un ritmo sostenido, actores bien controlados, correcto despliegue en exteriores (Puerto Iguazú y alrededores) y detalles cuidados, como el matecito laqueado y pintado a mano cerca de las matrioskas, el chiste que termina justificando los "carteles" indicadores de lugar, la leyenda del abuelo heroico bien resuelta, etcétera. En suma, un entretenimiento atendible para los chicos, y un producto llevadero, bastante bien hecho y medianamente simpático para los mayores. O sea, más de lo que uno esperaba.
A señalar, un diálogo regocijante entre José María Listorti e Ingrid Grudke (lástima que sea una sola escena), y una sabrosa composición de Edward Nutkiewicz como mafioso ruso que casi se roba la película, sobre todo en una escena como "negociador". También hay algunas picardías que pueden inquietar a ciertos padres, pero, la verdad, en la tele a las diez de la mañana se ven cosas peores.