Con algunos puntos de contacto con la reciente Diletante de Kris Niklison, que se ocupó de Bela, una señora octogenaria y levemente aristocrática de una zona ribereña argentina, Sofía también retrata a una mujer muy mayor, que en este caso está a punto de cunplir nada menos que un siglo de vida. Ese espíritu testimonial y afectuoso de aquel logrado trabajo documental está también presente en esta notable y aún más entrañable película de Hernán Belón, quien registra el itinerario de una mujer que se va acercando, mientras experimente diversas sensaciones, a su cumpleaños número cien. Una anciana juvenil, lúcida, activa y enérgica, dueña de un amor a la vida verdaderamente extraordinario.
En este caso la señora Sofía es una persona urbana y con un compromiso ideológico mucho más profundo, ya que su doloroso pasado incluye la desaparición de un hijo durante la dictadura cívico-militar y un exilio que debió llevar a cabo cuando ya se acercaba a los setenta años de vida. También debió padecer la muerte de su padre en el terremoto de San Juan de 1944, sin embargo nada de eso la entristece del todo, su sentido del humor siempre presente se combina con un envidiable optimismo. Por otra parte su sorprendente lozanía permite que cocine para numerosos invitados, que lea sin anteojos, que opine y discuta acerca de cualquier tema y que esté en permanente actividad y movimiento, aún con los achaques propios su avanzadísima edad.
La película está estructurada en segmentos titulados con los nombres de los meses anteriores a su cumpleaños, y aunque para cuando llegue esa época estará en silla de ruedas por una fractura de cadera, nada le impedirá ser parte del gran festejo centenario. La emoción que Sofía deja fluir en cada encuentro y a cada momento, logra ser transmitida al espectador, más aún al arribar a esa celebración inolvidable. Como el film, memorable y celebratorio.