Un policial con tonos oscuros
Este noviembre parece ser el mes de los policiales argentinos: Un paraíso para los malditos hace quince días, Omisión la semana próxima y, ahora, Sola contigo. Aunque, en el caso del último largometraje de Alberto Lecchi, se trata en realidad de una auténtica coproducción con España. Auténtica porque, más allá de transcurrir por completo en una Buenos Aires algo ominosa y de contar con un reparto que incluye a argentinos de pura cepa como Leonardo Sbaraglia (pero con buena banca del otro lado del océano), la protagonista excluyente es la españolísima Ariadna Gil. Como suele ocurrir, el espectador recibirá cierta información sobre las razones por las cuales la extranjera vive aquí; simples excusas del guión que esconden el porqué genuino: obligaciones contractuales de los países productores. En este caso, María permanece en la ciudad porque su ex marido es argentino y sus dos hijas, a quienes no ve desde hace bastante tiempo, viven en Buenos Aires.
María tiene varios cadáveres escondidos en el placard (el film irá develando si son metafóricos o bien reales) y la película la encuentra en uno de esos pegajosos días porteños de camino al trabajo. Pero no será una jornada cualquiera, entre otras cosas porque una voz comenzará a comunicarse telefónicamente para avisarle, sin demasiados preámbulos, que le quedan –minutos más, minutos menos– unos cinco días de vida. Lecchi se juega aquí a los tonos oscuros, pesimistas, por momentos mortuorios. Sola contigo es un film donde no abundan las sonrisas y el personaje de Ariadna Gil transita su derrotero entre la resignación fatal, la neurosis y el pavor. Uno de los puntos más arriesgados del guión es, precisamente, el no hacer de María una heroína tradicional.
Pero Sola contigo confía demasiado en la efectividad de sus jueguitos telefónicos y en el misterio alrededor de la identidad de quien quiere verla muerta. El interés comienza a decrecer a un ritmo vertiginoso, luego de un primer tercio que prometía bastante más de lo que podía cumplir; la película se torna lánguida, rígida, sin tensión superficial, más allá de los chispazos de suspenso y las revelaciones sorpresivas que salpican la historia aquí y allá. Luego llega el final-que-re-significa-todo-lo-visto, que puede leerse de dos maneras: como manotazo de ahogado de un guión moribundo o bien como idea seminal, punto de partida de una historia que intenta desesperadamente ser ingeniosa sin lograrlo.