Fantasmas en la casa.
Bienvenido sea este debut cinematográfico de José Cicala, Sola, en primer término por sostener un verosímil en una historia que no se termina anclando a un contexto real. Esa apuesta rupturista con el espacio y el tiempo histórico permite la construcción meticulosa de un universo propio, donde las reglas entre realidad y fantasía se diluyen.
Hay dos planos conceptuales en constante conflicto, donde el nexo que los acerca y aleja no es otro que la percepción de la realidad en personajes claves, aspectos que a la hora de generar el guiño con el propio espectador conducen esta historia de venganza, avaricia, culpa y soledad, hacia un thriller psicológico que coquetea en varias escenas con elementos del terror propiamente dicho, pero que nunca termina por traicionarse, fidelidad que en estos tiempos mainstream se agradece por partida doble dado que películas de este estilo transparentan una preocupación extra por el espectador.
Sin contar demasiado sobre la historia, hay tres elementos para unir todas las líneas narrativas desplegadas con absoluta precisión y economía de recursos de producción teniendo en cuenta las dimensiones del proyecto (arrancó en 2018 y luego padeció los infortunios del parate forzado por la pandemia).
Una guerra sobre la cual la especulación histórica es parte de la saludable ambigüedad y las consecuencias de esa tragedia humana trincheras de por medio se conectan con las pasiones y deseos de los personajes principales y secundarios.
El trabajo sobre el cuerpo es además doble: se materializa en la violencia de la contienda bélica y se desmaterializa en el universo de la alucinación o fantasía fantasmal. La llegada o no de otro cuerpo en el símbolo de un bebé pone en relieve el juego entre ocultar y revelar.
El otro conflicto que enfrenta deseos, también ocultos, se debate en la dialéctica binaria entre el instinto de conservación y el de supervivencia en un teatro de operaciones que involucra a una casa y una dueña (muy convincente actuación de Araceli González) dispuesta a todo en materia territorial, a pesar de la llegada de una pareja de intrusos (Fabián Mazzei y Micaela Suarez) o la irrupción de los militares que pretenden expropiar la propiedad bajo el pretexto de la Patria primero que la propiedad privada.
Completan el elenco de secundarios un correcto Miguel Ángel Solá, Luis Machín, Mónica Antonópoulos y las exiguas apariciones de Rodrigo Noya, Mariano Martínez y Alfredo Casero.
En síntesis la culpa y sus fantasmas, los fantasmas de la culpa y sus daños colaterales encuentran en este debut el fuego necesario para crecer como esas ondas expansivas tras la caída de una bomba en territorio enemigo.