Es, según su director Manuel Abramovich, una película fracasada, de la que aprendió mucho. Es la historia de una lucha de poder entre el protagonista y su director, sobre como hacer la película, que la aleja de un documental tradicional para meterse en las aguas de la originalidad. Ese objetivo la hace atractiva, definitivamente distinta. Peor el objeto de su trabajo es nada menos que Flavio Cabobianco, que cuando era un niño de 10 años, en 1991, salto a la fama mediática, en pleno auge new age, que lo llevó a programas como el de Susana Gimenez y o el de Graciela Alfano con Andrés Percivale, como se ve en el film. Es que había escrito un libro “Vengo del sol” donde filosofaba sobre dios y otros universos, y comentaba que lo había comenzado a la edad de tres años. Y lo que se ve en el film es a ese chico transformado en un joven de 20 años que se filma con la cámara que le dio el director y discute todo el tiempo con el. Pero también permite ver a su madre y a su hermano y las discusiones familiares sobre lo que paso y su presente. Y un hermano que tiene mucho que decir. Pero son solo jirones de una familia y como quedó en la actualidad, que es un aspecto rico, que despierta curiosidad y es poco mostrado.