Solar

Crítica de Guillermo Colantonio - CineramaPlus+

“Demasiado ego” es un buen disco de Charly García. También es una expresión que le cabe a Solar, la película que no busca ser una película o que pretende ser el registro de la imposibilidad de hacer una película. Desde el comienzo, la utilización de la cámara como un juguete tecnológico por parte del protagonista entra en consonancia con una idea que demanda un tipo de espectador capaz de soportar la negación del encuadre, la saturación de un sonido sucio y la paciencia para observar primeros planos recurrentes. Se puede participar del juego, o apenas soportarlo. Esa es la cuestión.

Hay un objeto en cuestión: una familia cuyos hijos, en la década del noventa, se dicen “misioneros”, “comunicadores”, almas que tienen algo que transmitir en la tierra. El menor de ellos, Flavio Cabobianco, escritor precoz, publicó un libro llamado Vengo del sol y se convirtió en una atracción mediática. Esta historia puede seguirse a partir de archivos de programas seleccionados y mostrados a lo largo del documental. Pero la película de Abramovich es otra y corresponde al presente, un mosaico de escenas en las que el director propone una discutible performance que consiste en hacernos creer que registra un proceso en el cual intenta filmar al Flavio adulto, a su madre y su hermano. Si todo documentalista establece un pacto con sus protagonistas, aquí la escenificación de dicho contrato no logra evitar las costuras. ¿De qué modo admitir líneas de diálogo donde se escucha al director decir “me gustaría filmarte yo”, o susurrar cómo tienen que posar? Del mismo modo, ¿hay que tomar en serio las palabras del protagonista cuando expresa “qué foco tan choto” o “es lo mismo que me acerque o haga un zoom”? ¿Hay alguien capaz de creer que Solar es un proyecto que se le escapa de las manos a su realizador? Si la respuesta es afirmativa, entonces se encontrará antes que placer, un material valioso para todos aquellos que escribirán diatribas sobre la muerte del autor, o un discurso acerca la tensión entre la ficción y la realidad, entre otros posibles asuntos elegantes.

También hay muchos ruidos en Solar. Los ruidos externos son molestos y provienen de sacudir la camarita con la que juega el protagonista. Pero también están los otros ruidos: las charlas filmadas como si fueran espontáneas, el tono pedante y la pose de ese murmullo dando indicaciones detrás de cámara. Pero sobre todo, la fachada cool de reality, siempre al límite del culto a la afectación. La palabra tramposa en estos casos siempre será “búsqueda”.

Por Guillermo Colantonio
@guillermocolant