Soldado

Crítica de Gabriel Piquet - Fancinema

CHOQUE DE PERSPECTIVAS

En Soldado, el foco está dado por el ingreso de Juan José González al Regimiento de Infantería 1 de Patricios como soldado voluntario. Su actividad dentro del regimiento estará abocada a ser uno de los tambores de la Banda Militar “Tambor de Tacuarí”, una actividad que funciona como punto de encuentro (y también de colisión) entre lo artístico y lo militar.

El documental de Manuel Abramovich comienza con un plano que promete lo mejor, mostrando a un grupo de soldados que practica una formación y es castigado por hacerlo mal. Van ingresando otros soldados con diferentes rangos mezclándose, todo se vuelve un caos (podría ser un digno gag emparentado con el del camarote en Una noche en la ópera, aquel clásico protagonizado por los hermanos Marx), inmediatamente después títulos y ya entramos en la rutina de Juan José.

Esta primera parte, en donde vemos cómo aprende a tocar su instrumento, mixturada con situaciones del entorno del regimiento, logra mantener el interés de la película, que comienza a diluirse cuando nos vamos acercando al desenlace. Allí entra en juego la dispersión narrativa y la premisa central se disuelve, lo que atenta contra la estructura general.

Quizás por la relación que tiene la institución militar con el arte, los pasajes más divertidos de Soldado son los discursos que le tiran a los novatos direccionando todo hacia el valor y un patriotismo que muchos de los que van, como el protagonista, no sienten. En ese choque casi involuntario entre perspectivas (pero sin embargo buscado por la puesta en escena y el montaje), es donde el film de Abramovich encuentra sus mayores fortalezas.