Alegría e inocencia con el sello García Ferré
Como un Quijote de los chiquitos, vuelve don Manuel García Ferré a los caminos. Lo siguen miembros de su viejo equipo, como «la voz» Pelusa Suero, Carlos Pérez Agüero, Alberto Grisolía, Natalio Zirulnik, otros no tan viejos, Rodolfo Mutuverría, creador de Dibu, Mariano Villegas, especialista en 3D y composición digital, y, para las escenas de humanos, lo que en inglés se dice «filming director», Néstor Montalbano, autor de «Soy tu aventura» y otras burlonas expresiones de cariño al pasado. Aunque la obra no llegue a ser un clásico como las anteriores (eso todavía no se sabe), para ellos ya es un honor haber trabajado con el maestro.
Para los chiquitos, padres, y abuelos, es lindo verla. Todo es alegre, inocente, colorido, Soledad sigue tan compradora como en su primera película, canta, salta, sonríe y pelea a kung-fu limpio con la bruja Cachavacha, mientras Neurus oficia de guía turistico, el camionero Capussotto amenaza la chatita de Pucho, Larguirucho baila candombe con una morocha, etc., etc., y la vieja hace lo que puede pero la Sole sigue cantando lo más contenta.
García Ferré sabe cómo lucir sus personajes y colocar en el momento oportuno un buen toque nostálgico, que en este caso está a cargo de Larguirucho. Además agrega cameos bien repartidos. Por ejemplo, el Chaqueño Palavecino, que empezó de chofer de ómnibus, acá también es chofer de helicóptero (y un conocido petiso es el controlador aéreo). Y Carlos Balá, más octogenario que el director, vende artículos modernos. Cierto que su parte parece propia de una comedia televisiva con tanda incluida, pero igual es muy graciosa.
Tampoco humanos y dibujos se integran del todo en algunas partes, ni algunos chistes encuentran eco inmediato, pero igual causan alegría. Defectos y limitaciones se compensan con cariño y entusiasmo. Si hoy nuestro Quijote debe lidiar con monstruos modernos, y con monstruitos formateados por la computadora y las majors, él ni siquiera los enfrenta. Abre su corazón, y esa es su mejor arma.
Dato al margen: por razones de salud, esta vez el histórico Néstor DAlessandro no hizo la voz de Cachavacha. Lo reemplaza, muy bien, el locutor cordobés Sebastián Crespin.