Para saber lo que es la soledad
Nelson (Enrique Bastos) es el reputado trompetista de la banda de la Fuerza Aérea Uruguaya, pero en realidad quiere otra cosa: su sueño es cantar temas propios, sacarse el corsé de los clásicos militares. Ese es el punto de partida de Solo, uruguayísima, en el sentido más artístico del término, ópera prima de Guillermo Rocamora que, después de girar durante algunos festivales en los últimos años, alcanza su estreno comercial esta semana en un par de salas porteñas.
Filmada cuatro años atrás, Solo acompaña a Nelson en su monótona, solitaria vida diaria, limitada al cuidado de su madre enferma (Marilú Marini) y a una suerte de relación amorosa con su enfermera después de ser dejado por su mujer (Claudia Cantero). El factor sorpresa llega cuando se inscribe en un concurso para canciones inéditas, acercándose así a la posibilidad de llegar a su meta, al tiempo que en su trabajo le ofrecen un viaje a la Antártida que difícilmente pueda rechazar.
Rocamora construye una ópera prima atravesada por ese tono entre tristón y melancólico que campea en gran parte de la producción proveniente del otro lado del Río de la Plata sin caer en la solemnidad, convirtiéndola en una suerte de derivación de Historias mínimas, de Carlos Sorín. Sin embargo, son justamente esa amabilidad y pequeñez las que a la larga terminan configurando cierta sensación de estiramiento, de deriva narrativa, como si la película flotara sin arriesgarse a llegar a donde sabe –y quiere– hacerlo.