Que se vaya el prodigio, que quede el niño.
Martín puede dar testimonio de lo peligroso que puede ser cruzar la línea, tiene bien en claro porqué, cómo se enfermó y por sobre todo cómo funcionan las cosas. O mínimamente su punto de vista es mucho más interesante del de cualquiera que se autodenomina “normal”. Sintetiza con simpleza lo inexplicable, conoce lo que existe del otro lado, puesto que siempre será una tentación y lo prohibido está muy bien camuflado. Para un niño prodigio demasiado autoexigente que regresó de la oscuridad, y que hoy solo le tiene miedo a la libertad, su refugio fue, es y será por siempre el piano.
Solo (2019), el último trabajo documental dirigido y escrito por el parisino recientemente fallecido Artemio Benki, retrata un momento crucial en la vida de Martín Perino, un niño prodigio, virtuoso pianista y compositor argentino que ha sido paciente del hospital psiquiátrico El Borda durante cuatro años. Absorto por la creación de su próximo trabajo “Enfermaria”, trabaja junto a su amiga Sol, bailarina de danza contemporánea. Intenta al mismo tiempo hacer frente a su enfermedad y encontrar, tal vez, una vida fuera del controversial hospital.
Benki, elige acompañar al músico desde un lugar de observación, sin intervenir y tomando la distancia atinada respetando a Martín en un momento delicado y aprendiendo de él. Brindándole el espacio adecuado para que escuchemos, sin invadirlo, como si la cámara no estuviese allí. Es notable la confianza que existe entre el protagonista y el director, gracias a ello, el músico habla lo necesario, resumiendo en pocas frases, verdades o conclusiones de una profundidad sublime, que todos deberíamos anotar y reflexionar al respecto. El director elige no detenerse en ellas, quizás para connotar como son sus días. Los planos más recurrentes, son primerísimos primeros planos de sus manos tocando el piano. La magia y el documento comienza cuando Martin y el intrumento se funden y su música nos acompaña de manera permanente. Chopin, Mozart, Beethoven, La suite para piano Iberia, compuesta por el español Albéniz, piezas complejas de tocar, que Martín domina con fluidez y estilo elegante. Considero que el nombre de este documental describe en su totalidad al protagonista. En especial en un momento, luego de que nos enteremos el real motivo por el cual fue diagnosticado con esquizofrenia y mientras aguardamos un recital en el cual vive un momento muy movilizante, le dedica una pieza a su madre y lo vemos observando a la gente bebiendo champagne como antes de que se sentara al piano, como si nada hubiese pasado. En lo personal sentí su soledad, pero una soledad sana y una linea divisoria transparente, que nos invita, en cierta forma, como mínimo, a reflexionar. Tenemos la gran oportunidad de elegir ser robots funcionales para otros o liberarnos y explotar nuestras habilidades con voluntad y quizás sentir felicidad. Es el momento más conmovedor y el principal mensaje/ lección que transmite el documental.
Tomo solo una reflexión de Martín tomando un café en un bar con sus amigos y fumando sin parar: “… ojo si sos muy autoexigente, no hay que ser muy autoexigente con uno mismo, tu estructura mental se pone rígida, durísima… no pasa nada, ni entra ni sale nada, y eso no te permite negociar con la realidad que te rodea minuto a minuto y se transforma todo en miedo, miedo a no ser aceptado, miedo a que me vaya mal, miedo a que me vaya bien, miedo a todo, hasta que un día decís (relajado): estoy disfrutando de lo que hago, basta de psicólogos, basta de pastillas, basta de pelotudeces de la psicología, estoy disfrutando de la vida, gracias Dios, los quiero mucho…”