Solo

Crítica de Tomás Cardín - Cinescondite

Martín Perino, un joven y virtuoso pianista argentino, pasa tres años internado en el Hospital Borda. Luego de ser dado de alta intentará reconfigurar su vida social y trabajar en la composición de su obra “Enfermaría”.

«El florero es como nosotros, hace mucho que está, es de acá, es frágil y a pesar de su fragilidad todavía no se rompió». Dicha frase, elaborada por un paciente que no es nombrado, es enunciada por un cura de la parroquia del Hospital José T. Borda, durante el acto celebratorio que da inicio a este primer largometraje dirigido por Artemio Benki -usualmente productor-. Junto con la escena siguiente, en la que el protagonista realiza una terapia que consiste en hablarle a la cabeza de un maniquí con doble rostro -uno bondadoso y otro demoníaco que representa «la otra parte de nosotros, la tentación a acercarnos a aquello que nos daña»-, definen al personaje principal y a la propuesta temática del film. Martín Perino, el protagonista en cuestión, es un talentoso pianista que atraviesa tres años aislado en el Borda, luego de sufrir un colapso nervioso que derivó en esquizofrenia. Pero no se trata solo de un extraordinario músico, sino además de un hombre que en su infancia fue calificado como «niño prodigio», e incluso llegó a brindar un concierto en el Teatro Colón con apenas diez años de edad. Lejos de resultar idílica, esa realidad signada por el prestigio y los múltiples reconocimientos, estuvo marcada también por una gran presión externa e interna y por la transformación de la actividad musical en una obsesión insalubre. Estos escollos provocaron el quiebre emocional de Martín, y suscitaron su ingreso en la institución psiquiátrica.

Sin embargo, el film no solo se centra en las vicisitudes y los conflictos que experimenta Martín durante su hospitalización, sino que además plantea otro problema crucial que es el de la recomposición de la vida social, a partir del momento en que este recibe el alta médico. La libertad se presenta como una circunstancia conflictiva, ya que frente a la ausencia de una red de contención social, y debido a la falta de actividades que permitan la estabilidad económica y psicológica, esta pasa a convertirse en caos. Esa paradoja que representa el retorno al afuera, la soledad cotidiana en la que se encuentra sumido Martín tras su salida, y las heridas anímicas y existenciales que este acarrea desde su niñez, son tratadas como marcas de un contexto cultural estructurado mediante reglas y patrones de comportamiento dañinos y opresivos. La búsqueda de perfección y la inculcación de una autoexigencia malsana como fundamento vital, en el caso de Martín ambas infundidas por su madre, son las causas que propician la caída del protagonista -y probablemente de muchas otras personas-. Resulta interesante observar cómo incluso su inteligencia y su capacidad para transmutar en palabras su dolor, le resultan herramientas insuficientes para afrontar su malestar.

Solo, Martín Perino, Artemio Benki
En lo que respecta al registro, Benki tomó la curiosa decisión de construir un documental de tipo observacional, que en ocasiones parece rozar lo ficticio. Lejos de volverse un inconveniente, la idea de no recurrir a ciertos mecanismos clásicos del género, como por ejemplo la voz en off, las entrevistas o las imágenes de archivo, dota al film de un vigor dramático llamativo. Sumado a esto, el manejo de la cámara, junto con la selección y reiteración de ciertos planos y escenas, logran configurar la cotidianidad solitaria, intranquila y apesadumbrada que transita Martín. Los planos de sus manos sobre las teclas del piano o sosteniendo un cigarrillo de forma nerviosa; los instantes que lo muestran fumando compulsivamente o preparando su medicación; así como la exposición de su padecimiento físico ante la falta de un piano que le permita descargarse, son algunas fracciones narrativas y visuales en las que se condensa su situación. La utilización de la obra «Enfermaría» como motivo musical que atraviesa toda la película también forma parte de los aciertos del realizador. Por un lado, porque transforma a Martín en el autor del soundtrack del film sobre su propia vida, y además porque consigue reforzar, desde lo sonoro, la preponderancia y a la vez la contrariedad que representa la música para él.

Solo no es una simple historia de superación personal autoconclusiva, sino un relato sobre la reconstrucción del pasado y la constitución de la vida social como procesos en permanente curso. La película se vale de una historia particular para dar cuenta de cómo las imposiciones sociales, las demandas de perfección y los estándares de conducta excesivos pueden llegar a ser perjudiciales, a tal punto de convertir el talento en tortura y la pasión en manía. Ese trabajo con lo paradójico, resulta crucial porque define el doble impacto que tiene la música sobre el protagonista, ya que por un lado funciona como actividad curativa pero a la vez constituye uno de los motivos principales de su reclusión social y de sus contratiempos psicológicos y anímicos. El director toma la adecuada determinación de no idealizar la figura de este artista ensimismado y aquejado, sino que se encarga de exhibir el verdadero semblante del dolor, al mostrar lo complejo que resulta vivir plenamente al padecer una enfermedad psiquiátrica, sobre todo en un contexto en el que la contención social y las prácticas de inclusión no están garantizadas.