La delgada línea de la amistad
El espíritu indie sobrevuela inevitablemente sobre ¿Sólo amigos?, comedia romántica que llega a nuestros cines por, uno intuye, la sola presencia de Daniel Radcliffe, ex Harry Potter. Prácticamente todas sus características parecen gritarlo: coproducción entre Irlanda y Canadá; su director canadiense, conocido por su trabajo con The new pornographers; un cinismo de manual que se extiende a lo largo de la película a pesar de su salida abrupta y tradicional -con lo cual, no es muy distinto de lo que sucede con la música indie en la actualidad-; una buena banda sonora y, finalmente, alguna audacia visual que rompe una puesta en escena demasiado esquemática (algún jugueteo inofensivo con la animación que no resulta sumar demasiado). Pero habría que preguntarse si, al menos, no es auténtica en sus propios términos: en ese caso uno podría plantear que el verosímil flaquea pero que, después de todo, juega con frescura en la línea de películas como (500) días con ella o Nick and Nora’s infinite playlist, entre otras que, sin traer nada nuevo al mundo de la romcom, han logrado actualizar sus tópicos centrales.
Golpeado por el abrupto final que le puso a la relación con su ex novia Megan por un engaño, Wallace (Radcliffe) encuentra que su vida es gris tras, al mismo tiempo, su abandono de la carrera de medicina. Deprimido, asiste a una fiesta donde juguetea con una heladera poniendo frases relativas al sinsentido del amor porque, después de todo, nuestro protagonista está herido. En la misma fiesta, llama la atención de una chica, Chantry (Zoe Kazan), que también juguetea con las frases de la heladera y eso da lugar a que se conozcan y establezcan cierta química hablando de la vida en general. Pero, oh sorpresa, Chantry tiene novio y eso la lleva a plantearse la posibilidad de una amistad mientras Wallace pretende, desde el primer momento, algo más.
Podríamos plantear que ese es el asunto de la película, la pregunta, ya que en verdad lo que menos interesa es la respuesta. Lo que ¿Sólo amigos? hace resonar es la tensión que hay entre los dos ante distintas situaciones aunque, y aquí quizás está el mayor problema del film, esas situaciones suenan irremediablemente forzadas para terminar planteando lo que podríamos llamar la respuesta: un casamiento, una foto feliz entre Wallace y Chantry. Por esa salida forzada, que obliga necesariamente a una grosera elipsis, es que uno se queda con el problema, el conflicto que plantea, antes que con su resolución. Resulta provechoso que Radcliffe y Kazan (que tiene esa sensibilidad tan indie que la pone en la liga de las Zooey Deschanel) luzcan con ligereza para sostener momentos donde a veces el guión puede resultar demasiado avasallante, ya que es gracias a ello que uno puede “olvidar” adonde lleva la resolución.
Por lo pronto una comedia romántica entretenida que encuentra a partir de sus virtudes el motivo para verla: una sensibilidad indie con un final previsiblemente feliz que coquetea con el cinismo para otorgar una respuesta que puede sonar demasiado sencilla. Pero a pesar de ello, nadie puede dejar de admitir la insoportable tensión entre Wallace y Chantry que sobrellevan a lo largo del desarrollo, que es donde la película encuentra su norte y su singularidad.