Pueden robarte el corazón...
Solo el amor es la cuarta película bajo la dirección de Diego Corsini, esta vez acompañado de Andy Caballero. Ellos se encargan de que Solo el amor sea una película completamente adolescente. Todos los géneros que recorre la narración (romance, comedia, drama, musical) los hace bajo el principio básico del público al que apunta.
Conocemos la vida de Noah (Franco Masini), el líder de una banda de rock que todavía no la pegó. Por las vueltas de la vida se encuentra con Emma (Yamila Saud) y se enamora perdidamente. La banda toca en un bar donde literalmente no había más de 10 personas pero entre ellas estaba la mejor manager del mundo, Maia Levin (Andrea Frigerio). Ella los contrata de forma extraña y repentinamente les cambia el baterista, la vestimenta, el nombre del grupo musical, prácticamente todo. “Capricho” suena en todas las radios y esto genera problemas entre los protagonistas.
Narrativamente el primer fallo es la falta de desarrollo en la relación, no se puede pensar que con una secuencia de montaje basta para que se haga verosímil el cariño de ambos. Por otra parte, el uso desmedido de la elipsis no ayuda. El guion merece una revisión importante, ya que es su punto más flojo. La película tropieza cargada de clichés, con diálogos que carecen de realidad y que perjudican directamente a todas las actuaciones, a pesar que alguna de ellas salen ilesas.
La música es lo que más se destaca, Franco Masini le pone la voz a las canciones que seguramente se escuchen en más de un hogar. A pesar de la inocencia del film y las libertades que se permiten por apuntar a un público entre niños y adolescentes, el mensaje moral y ético no queda del todo claro. Se toman decisiones que no se consideran válidas en esta época, como llamar “estúpida” a una chica. Y se falla en los recursos técnicos usados para contar el relato, como simular la cámara de Instagram de una forma bizarra.