La ópera prima de Andy Caballero y cuarta de Diego Corsini, "Solo el amor", es un pre fabricado producto para adolescentes que nos trae otra vez ante la dicotomía de apreciar o no el consumo irónico. Hacer cine en esta región para un público joven adolescente, debe ser el más difícil.
Tratar de contentar a un público moldeado y acostumbrado a un estilo de propuestas importadas desde el mainstream extranjero, con fórmulas que no son las nuestras, y no es sencillo de aplicarlas, y el mural a priori inquebrantable del “si es argentina, es mala”. Algunos intentan traer una impronta propia, autóctona, otros hacen el mayor esfuerzo por copiar la fórmula de Hollywood. A algunos les sale bien, y a otros les sale Solo el amor.
"Solo el amor"es un film romántico, atravesado por la música, no un musical. Un joven llega a un puente, un día lluvioso, y quiere tirarse, suicidarse...
¿Por qué? Veremos su flashback. Su nombre es Noah Langdom – sí, se llama así – (Franco Massini) un joven músico, guitarrista y cantante, que tiene junto a sus amigos Eric (Facundo Gambandé), y Danny (Victorio D’Alessandro) una banda rocker que según lo que nos dicen (no lo que se oye, para nada) es punk.
En el medio de los deseos por triunfar (porque no hay anhelo mayor para el punkrocker que ser famoso), y juntar seguidores en sus vivos por redes sociales; Noah se cruza accidentalmente con Emma (Yamila Saud), una abogada, que quería ser pintora, pero se somete a la presión de su padre (Gerardo Romano).
Catarata de lugares comunes, al principio ella lo rechaza, se confunden los papeles, tienen que encontrarse otra vez, ella lo va a ver a un recital, y en unos elipsis gigantes, pasan a tener una relación super establecida en la que no entendemos si pasaron semanas, meses, o años. Paralelamente, la misma noche en que Emma lo va a ver a Noah, hay una productora, Maia Levin (Andrea Frigerio), que se interesa por la banda, o mejor dicho por Noah, y quiere convertirlo en una estrellita.
Noah no quiere, menos cuando se entera que la propuesta es sólo para él. Pero son sus propios amigos los que lo convencen de aceptar, y así, Noah comienza un meteórico camino al estrellato que lo hace llegar a momentos cumbres como un show final en Niceto. El romance entre Noah y Emma va creciendo y se va troncando a medida que Noah se hace popular, y le van modificando su estilo.
Todos y cada uno de los lugares comunes estarán ahí, los celos de la novia que debe ser ocultada, las fans desesperadas, la mercadotecnia, el amigo que se va, el nuevo integrante, y por supuesto, la tramoya oculta detrás de la fama de Noah, en la que Emma encima se verá involucrada. Directo y sin vueltas, Solo el amor es un derrape.
Cuesta creer que el director de una película tan sensible como Pasaje de vida sea co-director de algo tan obvio y vacío de alma y contenido. Sin embargo, atentos, hay una salvación, Solo el amor funciona como un gran consumo irónico.
La propuesta mete tanto la pata, es tan ridícula e inverosímil en lo que propone, que rápidamente se convierte en una comedia involuntaria muy divertida, y al final de cuentas, su hora y media pasan volando y, si se la acepta así, se la pasa bastante bien. Los actores son presos de diálogos imposibles. No hay un rumbo estético claro, y hay muchísimas escenas en la que nos preguntamos en qué estaban pensando o qué habrán querido decir.
Franco Massini demostró en otras ficciones ser un actor competente, acá lucha contra un personaje imposible. Noah es odioso, no tiene carisma, y nunca nos interesa si le va bien o mal, tampoco es que entendemos mucho cuál es el gran problema, porque nunca nos lo explican. El actor de "Cuéntame como pasó" saca a flote su trabajo, pero es difícil. Saud no tiene química con su pareja, y ni lo intenta.
A lo más que atina es rodearse de otras actrices peores que ella (tarea difícil que habrá tenido el casting) para disimularla. Si Emma es un personaje insípido, su trabajo lo dificulta más. Del resto del elenco joven, Facundo Gambandé demuestra que puede superar a un a los personajes menos carismáticos como este. Lo suyo es bueno.
El secreto está en los adultos. Andrea Frigerio y Gerardo Romano, parecen haber entendido hacia dónde iba la mano. Frigerio compone al personaje más ridículo, pero a consciencia, y se divierte haciéndolo. Maia arroja frase en medio castellano y medio inglés, aleatoriamente, habla con voz gola, se viste estrafalario, y porta una peluca rubia espantosa.
Frigerio lo hace divertido, como en "Desearás al hombre de tu hermana", se rescata, y es, por lejos, lo mejor de la película. Romano aparece para arrojar frases y puteadas despectivas que, claramente, le están hablando a la propia película, como un “Esto es horrible”. Su pseudo villano también es tan exagerado, que nos gusta. Hay errores de montaje, baches narrativos, pésima construcción de personajes, y situaciones de “ver para creer” por todos lados. En ese cambalache, "Solo el amor", no saca ni una sonrisa, saca carcajadas completas si aceptamos que podemos reírnos aún de algo que salió ¿mal? Polémico.