Directamente y sin anestesia, antes del comienzo de la proyección del filme nos dicen dura 115 minutos, lo que dispara la respuesta en forma de pregunta ¿Tanto para una comedia romántica? Nos corrigen. No es tal cosa, se puede decir que es un drama musical.
Pero nadie, ninguno de nosotros es tan malvado, suponemos que, quienes hicieron el como se llame esto que hicieron, lo realizaron. “con las mejores intenciones”. Al final de la proyección esto casi queda demostrado. Lo de las buenas intenciones, digo.
También desde el lugar de espectadores, con un poco más que una mirada ingenua sobre un texto fílmico, podemos circular sobre los buenos propósitos, sin dejar de protegernos mutuamente.
¿Una remake de “Moulin Rouge” (2000), o de “Amor sin barreras” (1961), tal vez, o más cercano a “La la land” (2016)?
Lo que sea que haya querido ser, se quedó en deseo.
Absolutamente nada es rescatable, para eso se utilizan cuatro guionistas y ningún dialogo interesante, dos directores, todos los personajes a la deriva, un actor carilindo, sumado a una chica linda, muchos cuadros musicales, sin ningún tipo de innovación o búsqueda en tanto construcción armónica, melódica, rítmica.
Por supuesto no vaya a pretender que la poesía se haga presente, el Flaco Spinetta, lamentablemente falleció demasiado joven. Dicho esto en el sentido de la creatividad inagotable, Charlie García cada tanto sigue dando muestras de su genialidad. Pocos son, recemos para que sigan.
No es el caso de este “nuevo” ídolo juvenil, al menos por lo mostrado en esta oportunidad-
El narrador de la historia es el propio protagonista masculino, al momento de decidir poner fin a su vida, bajo la lluvia, en un puente, a punto de arrojarse al vacío, por según sus propias palabras, un desengaño amoroso.
Después de ver la película el deseo que acaeciese en ese momento dice presente, hubiese sido un lindo corto de un minuto.
Emma Salomé (Yamila Saud) es una joven abogada, vive siguiendo el mandato familiar impuesto por el Dr. Cesar Salomé (Gerardo Romano) su padre, abogado, viudo, alcohólico recuperado y violento, no dejaron nada fuera. ¿Salomé para el Cesar?
No, nada, esto es un divague.
Noah Langdon (Franco Masini) es el líder, cantante y compositor de una banda de rock más cerca del amateurismo que del profesionalismo, su deseo es el éxito pero no a cualquier precio…
No voy a pretender desentrañar todos los nombres de los personajes, pero éste me suena de algún lado.
Su encuentro casual se da de la manera menos esperada, él se la lleva por delante, un carilindo que subyuga a la mujer de ley.
¿Alguna novedad?
¡Ah! Si comienzan un apasionado romance. Sorpresa y media.
Esto establecerá que las musas que nunca tuvo recalarán en él, (Perdón Nano, por el uso indebido) le llega la inspiración.
Maia Levin (Andrea Frigerio), huelga el análisis del nombre, una promotora musical (sin que tenga toda la culpa la actriz, una de las peores construcciones de personaje cinematográfico de los últimos 124 años, exagerando un poco, claro) los ve y reconoce el negocio, ergo: sus canciones se convierten en éxito. Llega la fama.
Cuando el ascenso es vertiginoso, hay que tener cuidado con la caída que suele ser estrepitosa. Algo de eso hay, y muchos hilos truncos sin explicar nada. No se le pueden llamar subtramas, pues eso daría cuenta de la existencia de una trama. Falacia extrema.
Con estética de videoclip, mezclada con registro televisivo, pero de los años ´60, diálogos tan banales que atacan el cerebro de los espectadores. Así todo.
Los productores, que tienen buenas intenciones, acortaron y lo dejaron en 95 minutos. La culminación se precipita, se hace evidente, sino hubiese sido así me hubiese tenido que retirar de la sala sin ver el final, aunque ya lo sabía.
Hubiese caído la tarea de escribir sobre esto en nuestro jefe, que ya entrado en años, no está para ponerlo a que se torture, además de verla, pensarla, hay que protegerlo. Razón que da lugar a que sea quien suscribe, el autor de esta nota.