Sin letra y con música
Emma es una joven abogada estructurada que vive siguiendo el mandato familiar impuesto por un padre estricto. Noah es el líder de una banda de rock de garaje, en búsqueda del éxito comercial. Pero a sus canciones les falta algo y su golpe de suerte parece lejano. Todo cambia un buen día cuando ambos literalmente chocan por accidente y sus vidas se entrelazan en un apasionado romance. Gracias a ese amor, Noah consigue la inspiración que tanto buscaba y sus temas musicales se convierten en hits. Llega la tan esperada fama, seguidores que se multiplican en las redes sociales y pasar del anonimato a transformarse en una sensación adolescente.
Al mismo tiempo, Emma encara sus verdaderas pasiones y ante el descubrimiento de algo oscuro debe decidir qué hacer con su vida. La pareja se somete entonces a diferentes presiones, una manager invasiva y amistades que se ponen siempre a prueba. Flota el interrogante: ¿Pueden ambos mundos convivir?; ¿Puede una nueva pareja afrontar ese tipo de vida? ¿Alcanza tan sólo con el amor?
Gerardo Romano interpreta a un padre alcohólico y autoritario, aunque muy desaprovechado en términos de contenido dramático. La premisa del relato apunta a un mundo ideal o idealizado, sin conflictos de la vida real y tampoco esfuerzo para alcanzar las metas. En el film todo sucede mágicamente y es evidente la intención comercial respecto a la banda sonora y el destino adolescente como blanco del marketing detrás de la película, utilizando toda una batería de recursos que nos remiten a lugares comunes, trillados y banales. Es clara la idea de captar la atención de un público adolescente que consigue así ver a sus ídolos en pantalla grande.
Por su parte, Andrea Frigerio interpreta a una manager muy grotesca, que nos recuerda a Cruela de Vil, quien habla mitad en inglés, mitad en castellano y que resulta muy divertida. No obstante, no queda claro si el grotesco fue buscado o simplemente intentaron construir un personaje creíble y les salió mal el tiro.
Con un guión plagado de incoherencias, y carente de consistencia, el protagonista canta mejor de lo que actúa, eso sin mencionar las actuaciones en general, que son regulares. No vemos nunca un músico como tampoco a una abogada, pues los personajes no son creíbles.
Un adolescente que busca la fama y la consigue de una manera mágica en un mundo efímero, nada realista, no nos invita a la reflexión, aunque tampoco es la búsqueda de la película dirigida por Diego Corsini y Andy Caballero.
Solo el amor cumple con el objetivo de entretener a cierto público adolescente que busca su satisfacción en presenciar una historia de amor en el marco de un mundo irreal.