Mentiras verdaderas
Algo del orden de la imperiosa necesidad de transpolación cultural pone en juego éste filme, lo que podría derivar en una lectura casi ficticia del mismo.
Por un lado presenta los resortes del poder en relación al discurrir del llamado cuarto poder, el periodismo, en ese orden el director muestra a las claras sus intenciones de no tomar partido de manera definitiva, sólo mostrar los hechos, reales supuestamente, basados en el libro "La verdad y del deber”: La prensa, el presidente y el privilegio de poder” ("Truth and duty: The press, the president, and the privilege of power") escrito por Mary Mapes, protagonista de ésta historia.
Esa posición ideológica, pues el no tomar partido lo es, termina transformando al texto fílmico en un ícono del maniqueísmo a ultranza.
La otra variable podría ser leída con la sola intención de mostrar el grado de nacionalismo por el que está atravesado el ciudadano medio de los EEUU, y que una denuncia de esa naturaleza podría inclinar la balanza en una elección presidencial.
Mientras veía la proyección pensaba, tratar de no ir a la guerra, no importan los medios ¿es tan grave? Ese es el ejercicio de extrapolación que debe realizar el espectador vernáculo de esta realización. En estas tierras en épocas del servicio militar obligatorio era moneda corriente, el fin lo justificaba.
La historia se centra temporalmente durante el proceso eleccionario de los estadounidenses de 2004.
Sumido el estado en la conflagración bélica contra Iraq y Afganistán, todo indica que George W. Bush será reelegido presidente de los Estados Unidos.
Una productora de noticias de la cadena televisiva CBS, Mary Mapes (Cate Blanchett). y su colega y mentor, el indiscutido y premiado presentador Dan Rather (Robert Redford), descubren una historia que podría cambiar el curso de las elecciones.
La familia de George Bush había utilizado todo tipo de influencias para evitar que en la década del ’70 deba ir a guerra de Vietnam, o bien al menos los documentos, no los originales sino sus fotocopias, demostraban esa injerencia familiar.
La emisión del programa especial de “60 Minutos” presentó estos hechos luego de una investigación realizada por todo un equipo liderado por los nombrados anteriormente.
Que este hecho tome publico conocimiento en ese momento desencadeno un búmerang periodístico que forjó a que Rather, y sobre todo Mapes, tengan que lidiar contra el poder establecido para demostrar la autenticidad del informe, intentando situar la verdad más allá de los beneficios políticos y financieros que se ocultan en los medios de comunicación.
La producción transpira clasicismo por todos sus poros, ni malo ni bueno, formalismo a ultranza desde su estructura narrativa, enclavada en una especie de thriller periodístico, de desarrollo lineal, progresivo, sin manipulación de ninguna naturaleza, situación que promueve al fácil funcionamiento del proceso para sostener la atención es su horizonte. Y lo logra.
Del mismo modo es que son utilizados todos los elementos del lenguaje cinematográficos por el director James Vanderbilt, la selección de partes de realidad, los movimientos de cámara, el montaje clásico narrativo, y el sonido puesto tanto en función rítmica como dramática, pero principalmente el guión literario, con el antecedente que Vanderbilt es el guionista de la muy buena “Basico y letal” (2003) y la excelsa “Zodiac” (2007).
Pero las verdaderas estrellas se encuentran en los actores, situación por declinación pone en relevancia al director, pero aquí nada sorprende, la performance de Cate Blanchet, verdadera columna vertebral de toda la película, es sencillamente sobresaliente, claro que a esta altura no sorprende. No le va en saga el inoxidable Robert Redford (nunca ganó un premio de la Academia por actuación), mientras que todo el conjunto de actores es superlativo, empezando por Stacy Keach en el rol del informante Teniente coronel Bill Burkett, y el equipo periodístico conformado por Topher Grace (Mike Smith), Dennis Quaid (Teniente coronel Roger Charles), y Elisabeth Moss (Lucy Scott).
Lo que le faltó al texto es tomar partido y no ser sólo una exposición de los sucesos, cerrándolo con el destino de cada uno de los periodistas en un escrito antes de los créditos. Una leve oportunidad perdida.