Saber es poder
¿Qué es la verdad? ¿Es lo que reproducen los medios de comunicación? ¿Existe verdad por fuera de ellos? ¿Existen mecanismos correctos e incorrectos para llegar a la verdad? ¿Cuáles son? ¿Qué grado de respaldo documental es suficiente para validar o autenticar una información? ¿Cuál es el status de poder que otorgan las verdades públicas a quienes las pronuncian? ¿Puede la verdad ser utilizada para ocultar otras verdades? En tal caso, ¿Existe una deontología de la verdad? ¿Acaso hay verdad sin credibilidad?
Estos y muchos otros interrogantes (la lista sería interminable) podrían plantearse a partir del visionado de “Sólo la verdad” (Truth, 2015). Basándose en hechos reales, el experimentado guionista –pero debutante director- James Vanderbilt (Zodiaco, 2007), se sumerge en el mundo del periodismo de investigación y propone interesantes reflexiones sobre las luces y sombras de la profesión, la importancia de la aplicación de sus códigos ético/prácticos, los intereses corporativos en juego y el oscuro entramado que se teje constantemente con el poder político.
La película retoma los sucesos desencadenados en 2004 a partir de la publicación de un informe periodístico en el programa “60 minutos”, en el cual se denunciaba al entonces presidente George Bush de haber usado sus influencias para ingresar a la Guardia Nacional entre 1972 y 1973 y así evitar la Guerra de Vietnam. Dicho informe fue objeto de fuertes cuestionamientos por parte de sectores republicanos, que alegaban que era imposible autentificar una parte de las pruebas documentales suministradas por el programa. Esto motivó una investigación interna en la cadena CBS que, a su vez, derivó en una larga serie de presiones y hostigamientos al presentador de ese entonces, Dan Rather (Robert Redford), y a la productora del programa, Mary Mapes (Cate Blanchett).
‘Truth’-La-vuelta-de-Redford-al-periodismo1
Partiendo de un título tan sugerente como provocativo, Vanderbilt explora detalladamente el apasionante mundo del periodismo investigativo en todas sus etapas: búsqueda de pruebas documentales, chequeo de fuentes, consultas a especialistas, la edición a contrarreloj, la articulación del discurso final, etc. En ese sentido, la película retrata con cruda frialdad las trabas, presiones y tentaciones que atraviesan al periodismo político de investigación, un género que, por otra parte, recibe cada vez menos inversiones debido a sus altos costos y a su baja rentabilidad comercial.
Reivindicativa del periodismo de calidad y crítica de la banalidad del entretenimiento informativo, el film a cada paso transmite una nostalgia -en cierta forma romántica- que nos reenvía a épocas pasadas en donde la vocación de servicio público primaba por sobre la voracidad del rating y las audiencias. Al mismo tiempo, esa nostalgia insinúa un llamado de atención, un reclamo por profesionales comprometidos con su labor que valoren la noción de que una sociedad mejor informada es una sociedad más libre.
Así lo atestiguan los personajes de Mapes, Rather y su equipo de investigación, que luchan por revelar informaciones de alto calibre con las elecciones presidenciales como telón de fondo. Cate Blanchett brilla en la piel de Mary Mapes y brinda una interpretación repleta de matices, acorde a lo que nos tiene acostumbrados. Si bien el resto del elenco acompaña (Robert Redford realiza una excelente labor), la personalidad y la presencia de la australiana de 46 años termina llevándose todos los aplausos.
Coyunturalmente, la temática de Sólo la Verdad puede resultar un tanto redundante por su cercanía con el estreno de Spotlight (2015), ganadora del último Óscar a mejor película. Sin embargo, el depurado guión y la frescura de la narración la convierten en un producto verdaderamente atractivo para todo tipo de público. Más aún, se trata de un film que, además de entretener, seguramente motivará largas reflexiones sobre el poder, sobre la verdad y sobre la capacidad de los medios de comunicación para influir directa o indirectamente en la opinión pública.