La anteúltima película del director de Noticias de la familia Mars –presentó la última, La nuit du 12, en el Festival de Cannes de este año– tiene un comienzo desconcertante en el que se ve a un hombre con una cabra sobre su espalda entrando a un departamento. Recién sobre el final, cuando se complete el rompecabezas narrativo, quedará algo más claro quién ese hombre y qué hace con el animal.
A ese inicio le sigue la presentación de la dinámica de una particular familia en una casa en las afueras de la ciudad. Allí está el patriarca transitado su vejez y controlando con puño de hierro las actividades dentro del lugar, su hija casada con un hombre con quien la une un desprecio mutuo y un empleado con serios problemas psiquiátricos con el que ella tiene un romance. La misteriosa desaparición de una mujer revelará un complejo entramado de relaciones cruzadas, identidades falsas y mentiras.
Parca y grisácea como sus personajes, la porción inicial de Solo las bestias coquetea peligrosamente con el cine miserabilista, aquel poblado por criaturas despreciables sin un atisbo de bondad y que tanto suele agradar en los principales festivales de Europa.
Sin embargo, a medida que avance el metraje, Dominik Moll se aleja de esa impronta sobradora y hace de su película un thriller. El resultado es un film desparejo, por momentos expulsivo, pero con aura de misterio que lo vuelve inquietante.