Volver al pasado
Cuesta creer que, en pleno 2013, el cine argentino nos “regale” una película como Sólo para dos. Esta coproducción con España y Venezuela rodada en un resort de la Isla Margarita por el también guionista madrileño Roberto Santiago atrasa 30, 40 años, y nos retrotrae a los peores exponentes de la picaresca de Argentina Sono Film (igual creo que esa factoría nunca cayó tan bajo).
Lo que podía haber sido una comedia romántica con las fórmulas de Hollywood como modelo terminó en una latinoamericanada torpe, berreta, pintoresquista y costumbrista en la que no hay ni un instante ya no digo divertido sino mínimamente inspirado.
Valentina (Martina Gusmán) y Gonzalo (Santi Millán) están casados desde hace diez años y regentean en ese balneario caribeño el hotel “para parejas” en medio de una cada vez más avanzada crisis matrimonial. Hasta allí llega, en el marco de un nuevo contingente, Mitch (Nicolás Cabré), abandonado a último momento por su flamante esposa (duraron tres días juntos).
Lo que sigue es una sucesión de enredos amorosos (léase una acumulación de engaños y mentiras) que parecen improvisados. Por allí deambulan también personajes secundarios como Jairo (Antonio Garrido), un cantante de medio pelo que la va de Don Juán; o una empleada lugareña (la hermosa MariaNela Sinisterra, cuyo único objetivo en la trama parece ser mostrar sus pechos).
Casi tan mala como esos conflictos sin sustancia, esa narración sin fluidez, esos diálogos gritados y esa falta de química actoral es la banda de sonido, siempre ampulosa, onmipresente y subrayada, que intenta generar en el espectador alguna sensación que no sea el tedio. Para destacar (lo único) que la película se escucha y se ve bien, pero un digno acabado técnico a esta altura no cambia en nada la valoración general.
Lamento mucho que una muy buena actriz en ascenso como Martina Gusman haya quedado atrapada en semejante proyecto. Sus impecables trabajos en cine (junto a Pablo Trapero), en teatro y en TV hablan de su capacidad aquí por completo desaprovechada. Este ha sido, pues, un tropiezo del que pronto se habrá recuperado y quedará apenas como un mal recuerdo.