¡Esa es mi mujer!
Cómo sobrevivir a mi novia (Forgetting Sarah Marshall, 2008) + Mi novia Polly (Along Came Polly, 2004) + La mujer de mis pesadillas (The Heartbreak Kid, 2007) = Sólo para parejas (Couples retreat, 2009). Lejos de las frías e inapelables adiciones matemáticas, la ópera prima del también actor Peter Billingsley es apenas un cúmulo de temáticas comunes a los factores que conforman el producto, pero que apelmaza situaciones de dudosa gracia embebidas en el indigerible néctar de la corrección política.
La rutina, el tedio, los hijos y/o el trabajo son una amenaza latente para las cuatro parejas a las que la (pésima) traducción local del título. Es entonces que Jason (Jason Bateman) propone la solución: una semana en Eden, un complejo vacacional donde creen que impera el placer y el descanso. Sin embargo, la isla paradisíaca donde se ubica será testigo de un programa de introspección matrimonial que lejos estará de reparar las grietas del corazón.
No molesta la repetición ad infinitum de los tópicos ya conocidos en las comedias de rematrimonio, siempre y cuando se trabajen o a modo de homenaje o con la irreverencia y frescura de Cómo sobrevivir a mi novia, en cuyos minutos iniciales se muestra un plano frontal de un hombre desnudo (lo irreverente) y delinea secundarios tanto o mejor que los protagonistas (lo fresco). La mujer de mis pesadillas apostaba, en cambio, la procacidad y escatología –en este caso algo diluida- de los hermanos Bobby y Peter Farrelly. Mi novia Polly, a la contraposición de personalidades como elementos de atracción. Sólo para parejas no opta por ninguna, flota a la deriva de los estiletazos de carisma del Jason Bateman y Vince Vaughn, se queda en ese limbo que es la intrascendencia. Por eso el instructor de yoga de Carlos Ponce -sí, el cantante- y sus poses sexuales (la escena misógina del año), y la irrupción de Jean Reno como un orador simil gurú del amor causan menos gracia que tedio y fastidio.
Es llamativa la falta de empatia que existe entre personajes y espectador: su suerte nos importa poco, da igual si permanecen juntos o se optan por el divorcio. Sólo el tosco y resignado Joey (Jon Favreau), casado por la urgencia de un bebé concebido en la noche de graduación, es quien, más por compasión y lástima que por la construcción de sus rasgos personales, despierta un mínimo interés: Además de mala, Sólo para parejas es una película tramposa.