La hazaña del fracaso
Sin pensarlo demasiado, uno podría llegar a concluir que la necesidad de los payasos se vincula de manera directa con la existencia de un mundo al que le cuesta reírse. Guerras, hambre, injusticia, miseria, enfermedades complican un tanto la vida de cualquiera como para no encontrar en el poder sanador de la risa un antídoto aunque más no sea por el instante en que dure una sonrisa. Y en ese momento uno también se vincula con el propio payaso interior; el que rompe con la mirada convencional frente a lo que, en un principio, en el sistema está vedado a la risa: el ridículo, el absurdo, lo imperfecto, el dolor ajeno y hasta el propio.
Una mirada payaso o payasesca de la realidad implica el riesgo de quedarse solo o de ser tildado en el mejor de los casos de loco por una mayoría que no se atreve a ver lo que la rodea sin etiquetar o categorizar cualquier situación o acontecimiento. En definitiva, todo es tan absurdo que no resiste la más mínima lógica y entonces lo saludable es sacar al payaso interior del espíritu autómata y obediente que nos atraviesa.
Como no podría ser de otra manera un documental hecho por y para payasos debe ser caótico, anárquico, arriesgado y creativo y eso es lo que ocurre con este rara avis del acróbata de altura devenido cineasta Lucas Martelli, Solo para payasos, que promete un estreno poco convencional en el Cine Gaumont el día jueves 25 de julio para al menos intentar repetir la experiencia que dio marco y vida a este proyecto que ganó en la categoría Documental Digital del INCAA la posibilidad de obtener un subsidio y así finalmente ver la luz.
En ese acontecimiento que encuentra por un lado el pretexto para reunir clanes de payasos de diversas partes del mundo a una convención y así lograr el gran acto se hilvana la red de contención de este relato en cuyo salto al vacío se cruza un caudal importante de información e historia de los payasos, a cargo de diferentes figuras del quehacer circense, callejero o del teatro para reflexionar sobre una pasión que no sólo se relaciona con hacer reír al otro sino con una filosofía de vida a contracorriente del conformismo.
De los más de 200 artistas que participaron del documental representando estilos y tipos de payasos, están los naif, los anarquistas, las payasas, y otros alejados del estereotipo se encuentran el catalán Tortell Poltrona (Payasos sin Frontera); Luisito y Pacusito (Hermanos Videla); Chacovachi (Símbolo de los payasos callejeros durante y después de la dictadura); Petarda (Cristina Martí, Clu del Claun); Rik Streiff (ex Triciclos Clos); Toto Castiñeiras (Cirque du Soleil); Tomate; Tenaza; Maku Jarrak; Chicharrita; Casimiro Magote; Morrison; Malabaristas del Apokalipsis (Riki Ra y Mauri); Pedro Peligro (Catalinas Sur); Pablo y Luna (Circo Social del Sur); Circo Manija (Taller de Artistas del Borda); Loco Brusca; Gota; Frágil; León; el Sr. Mikozzi entre otros.
La ficción que se ancla al documental construye y a la vez deconstruye de manera permanente el hilo conductor de esta trama, que por momentos se adapta a una road movie que integra un viaje en dirigible hacia el destino ya mencionado, junto al derrotero de otros invitados que parten desde sus lugares al corazón de la convención.
El apunte irónico frente al historicismo llega de la mano de uno de los personajes centrales que intenta dar un enfoque socioantropológico a cámara pero que se ve constantemente interrumpido. También surge una historia de amor entre un payaso y una trapecista, el enfrentamiento de los clanes y las dicotomías entre payaso y clown, que encuentra las más académicas definiciones desde el discurso pero expresa las mayores contradicciones desde la práctica.
Aquello que se nota permanentemente desde la propuesta cinematográfica en Solo para payasos, de Lucas Martelli y equipo, es saber lo que se quiere contar aunque librado al devenir de lo que ocurre en el campo de batalla donde basta poner la cámara y dejar que los propios protagonistas, algunos con caras pintadas o vestuarios exagerados y otros a cara lavada, jueguen hasta las últimas consecuencias y liberen tensiones para superar los límites de la representación.
Tamaña tarea conlleva el riesgo pero también el atractivo que el espectador no sepa lo que va a ocurrir a cada segundo y tal vez ese logro incuestionable es lo suficientemente poderoso para que el film nunca deje de fluir, por momentos divertir e incluso emocionar por su enorme poesía, todos esos elementos que hacen de la hazaña del fracaso -¿acaso el payaso no representa un poco eso?- una aventura épica, genuina, universal y verdadera.