Luego de una molesta y empalagosa introducción que nos muestra, básicamente, lo perfecta y feliz que era la vida de John Brennan junto a su esposa e hijo, es decir, la implacabilidad del “American Family”; su esposa cae presa acusada de un asesinato en el cual, según evidencias y testigos, no quedan dudas para el Estado de su culpabilidad, pero sin embargo el esposo, convencido incondicionalmente de su inocencia, se la pasa apelando la sentencia hasta que se vuelve irreversible. Con su esposa al borde del suicidio, Brennan decide fugarla de la prisión por la puerta de atrás.
El hecho es que la película genéricamente plantea que la restitución de ese estado de familia perfecta americana deba ser restituído a toda costa. Nada debe interponerse en el camino hasta que la familia vuelva a estar unida y en paz como en el estado inicial. Esto es parte de la ideología estadounidense dominante acerca de la familia: esta no tiene un pelo de imperfección y si esto se altera, jamás obedecerá a factores de cambio endógenos, sino siempre exógenos. Esto ya de por sí se hace patente cuando, en el medio del goce, la armonía y paz familiar del desayuno antes la policía irrumpe brutalmente en la calidez del hogar para llevarse a la madre presa. Una vez más, lo que altera siempre viene de afuera, por dentro todo siempre está bien.
Si al lado de este film ponemos, por ejemplo, otro bastante reciente, titulado Law Abiding Citizen (acá titulada Días de Ira), nos muestra un aspecto más de esta ideología misma, que además la complementa: si por alguno de esos factores, siempre exógenos, (otra vez más el conflicto nunca viene “de adentro); tu familia resulta aniquilada y vos tratás de tomar armas contra el sistema que muchas veces ampara a los más brutales criminales, nunca vas a tener chances. De alguna forma, lo que aquí se muestra, es que el aparato del Estado de justicia y sus leyes, son como la gran familia americana que tampoco debe ser alterada. El personaje podía hacer mucho bochinche con su venganza, pero sin embargo jamás logrará cambiar nada. El aparato seguirá siendo el mismo, inmutable, “incorruptible” (más allá de que al principio se nos muestre lo contrario).
La situación en está nueva película que de alguna forma reivindica los mismos ideales, no debe ser entendida, creo yo, como que finalmente aquí se logra birlar el sistema en pos de una reunificación familiar. El escape de la ley es sólo aparente: hacia el final aparece una escenita con el antiguo detective que realizó el arresto de la mujer, donde el discurso fílmico se apiada de la figura del policía y nos muestra que en el fondo es bueno. Allí verán el porqué de todo esto (no se los quiero contar).
El problema es, justamente, que este sistema de producción hollywoodense es absolutamente incapaz de volverse contra sí mismo, de realizar una crítica constructiva que ponga en jaque los intocables valores americanos. Y esto nunca va a llegar a la categoría de cine, que, como todo arte, se supone que ofrezca una nueva perspectiva sobre un determinado tema. Finalmente, esta película es sólo una muestra más de todo lo anterior.