Run, Rusell, run!
Hay algunos nombres que es necesario tener en cuenta antes de ver Sólo tres días.
El primero es el de Paul Haggis, un guionista y director que ha sabido caer en los peores vicios del guionista con intención de hacerse notar y en ninguna de las virtudes que podría llegar a tener un artesano de la industria. Hay que decirlo de una vez: sólo un capo total como Clint Eastwood podía hacer que toda la maraña de giros imposibles del guión de Million Dollar Baby consiguiera coherencia. Luego Haggis tuvo piedra libre para escribir y dirigir ese horror ultra sobrevalorado que fue Vidas cruzadas, con personajes miserables mágicamente redimidos a través de actos piadosos inverosímiles y un discurso manipulador y miserable que sólo buscaba decirnos lo triste que era el mundo. Con La conspiración supo levantar un poco, más que nada porque apostó a una construcción basada en los códigos del género policial, aunque no dejaba de lado referencias un tanto burdas sobre el contexto de la Guerra de Irak.
El segundo es el de Russell Crowe, un actor que luego de unos cuantos años de acumular “prestigio” de la peor manera posible (con sobreactuaciones aplaudidas por el público y las academias en Gladiador y Una mente brillante), decidió sentar cabeza y comenzar a actuar para las películas y los personajes, en vez de para su ego. Por eso no tardaron en llegar momentos de esplendor en sus performances en El tren de las 3:10 a Yuma, Gánster americano, Red de mentiras y Los secretos del poder. Es verdad que tuvo una patinada bastante grosera con Robin Hood, pero todavía nadie sabe para qué demonios se hizo esa película y eso es más que nada un problema del director, Ridley Scott.
También tenemos las presencias de Elizabeth Banks, una actriz mayormente especializada en la comedia, pero que se banca lo que venga y siempre rinde. Y hasta una aparición fugaz de Liam Neeson, un intérprete que muchas veces transita la medianía, pero que difícilmente haga su papel mal.
¿Qué termina saliendo de todo esto? Una remake del filme francés Pour elle, que cuenta la historia de un profesor (Crowe) que busca sacar de la cárcel a su esposa (Banks), quien está condenada por un asesinato que él está convencido de que no cometió. Cuando todos los medios legales a su alcance se le agotan, comienza a planear una fuga del penal en toda regla, para huir junto con ella y el hijo de ambos.
La premisa es bastante retorcida y hasta inverosímil, y durante buena parte del metraje, donde el protagonista va planeando todas las acciones, eso se nota demasiado. Además, Haggis cae unas cuantas veces en ciertas tendencias miserabilistas y se regodea un poco en el dolor de la pareja, el silencio del hijo o la marginalidad de los sitios a donde el profesor debe acceder para ir juntando los elementos y medios que necesita.
Pero Haggis demuestra que quizás lo que se vio en La conspiración no fue pura casualidad y que le puede interesar contar una historia sin andar disparando mensajes, apuntalando a los personajes y la historia antes que al discurso. En consecuencia, los últimos cuarenta minutos de Sólo tres días son como una versión en clave familiar de El fugitivo: puro vértigo, gente corriendo a todo lo que da perseguida por otra gente que hará todo lo posible para que no se escapen, una sucesión de enfrentamientos donde el profesionalismo y las capacidades de construir artimañas se van sucediendo con toda prisa y sin prisa. En el medio de eso surge un particular teniente encarnado por Lennie James (visto recientemente en la serie Jericho), personaje sólido e impenetrable, duro como una roca, eficiente y experto, que no dará tregua en la persecución.
Es cierto que el realizador en esos minutos finales se manda unas cuantas de las suyas (hay un malentendido y una especie de intento de suicidio que son tan forzados como irritantes) y que la vuelta de tuerca final, que se venir a la distancia, está bastante tirada de los pelos. Pero aún así, Sólo tres días consigue un esforzado aprobado, le renueva un poco el crédito a Haggis y nos vuelve a mostrar que Russell no sólo es un australiano irritante e irritable, sino también un gran actor.