CURAR LAS HERIDAS
El modista Tom Ford sorprendió cuando confirmó que realizaría una versión fílmica sobre la exitosa novela “A single man” de Christopher Isherwood, publicada en 1964. Y el asombro es aún mayor cuando la cinta, una vez en pantalla, avanza con el correr de los minutos.
La historia nos muestra a un profesor de Universidad en 1962, año en que la amenaza comunista y el miedo hacían estragos en la sociedad norteamericana. Tras la pérdida de su pareja –un hombre con el cual mantenía una relación hacía 16 años- este maestro debe ahora enfrentar el duelo, “olvidar el dolor”, hacerse de los mecanismos que sean necesarios para enfrentar esa muerte; al punto de coquetear con la suya propia. En ese contexto, su trabajo (ni más ni menos que la formación de la futura sociedad norteamericana) y una amiga alcohólica (impecable Julian Moore) son sus únicos reparos.
El talento innato que muestra Ford para narrar la historia, permiten vislumbrar dos cuestiones de importancia: la primera es la sorprendente maestría con la que el director lleva adelante el film, inmerso en una sensibilidad que asoma en cada plano -tal como el temor del personaje principal- y el reflote constante de aquello que siente pero es imposible que desaparezca.
La segunda, es el enorme trabajo del reparto. Si de raras impresiones hablamos, vale la pena mencionar que gran parte de la película funciona porque Colin Firth (alguna vez etiquetado como el “eterno loser de las comedias románticas”) muestra un costado hasta ahora desconocido. La mirada pérdida, el andar importunado, un cuerpo que carga con el propio sufrimiento físico del duelo. Y la resignación; porque si algo tiene este profesor universitario encarnado por Firth es la pérdida de esperanza ante un mundo que no tiene ya nada para ofrecerle.
“Un hombre solo” es, básicamente, una película sobre el dolor y el miedo. Dolor a enfrentar lo sucedido y miedo al futuro por venir. Si “500 días con ella” reflexionaba sobre el hombre después del amor, este film también habla sobre el corazón roto, pero desde la imposibilidad fáctica de ser recuperado.
En este sentido, la franqueza de Ford por ofrecer un relato simple en su sentido, pero complejo en su entramado interno (el del personaje) termina brindando un drama atrapante con los suficientes méritos para reconocer que la casualidad no hace mella en “Un hombre solo”, sino que es el fruto del buen trabajo que el director realizó en cada una de las partes que forman el todo que se ve desde la butaca.
Con una carga sentimental que invita a la reflexión, pero nunca llega al golpe bajo, el film de Tom Ford es una pequeña pieza artística que irradia melancolía plano a plano. A pesar de ello, cierto mensaje esperanzador respira en su seno: no importa de qué manera, el amor siempre nos lleva hacia el camino indicado.