En ciertas culturas el honor es mucho más importante que el amor. La mirada de los otros importa demasiado y es intolerable ser el blanco de las críticas solapadas de parientes y vecinos. Respetar las costumbres religiosas es sagrado.
Bajo estos rígidos preceptos nació y se crió Hatun o Aynur (Almila Bagriacik), como la llaman sus parientes. Ella es musulmana, sus padres nacieron en Turquía y se fueron a vivir a Alemania donde ella y sus hermanos nacieron. Pero la particularidad de esta película dirigida por Sherry Hormann, si bien es una ficción, está basada en una historia real ocurrida en 2005.
La historia es un flashback que abarca los últimos siete años de la chica. Porque su vida cambió para siempre cuando ella aún cursaba sus estudios secundarios y los padres decidieron casarla con alguien que no conocía, un primo que vivía en Turquía.
Su destino, como el de todas las chicas jóvenes que profesan esa religión, lo tienen marcado desde el día que llegaron al mundo, porque sólo las preparan para ser esposas y madres. Esa es su obligación indiscutible. Pero, la protagonista, si bien aceptó casarse y ser madre, ante los maltratos de su marido decidió separarse y volver a la casa de sus padres.
El film narra cronológicamente los padecimientos de Aynur, año por año. Porque ese hecho es una vergüenza familiar y sólo hay una manera de repararlo, aunque es una decisión demasiado drástica para comprenderla dentro de nuestra cultura occidental. Y, quién asumió el compromiso de llevarla a cabo fue su hermano menor Nuri (Rauand Taleb), quién siempre demostró su enojo hacia las actitudes liberales de su hermana.
La directora hace una reconstrucción cronológica de un hecho que conmovió a la opinión pública alemana, para intentar comprender el martirio que sufrió Aynur dentro del seno de su propia familia. Quién cuenta los sucesos es ella misma con la voz en off, y luego con acciones, profundas, crudas y dramáticas.
Prácticamente no hay música de respaldo, las imágenes lo dicen todo y no hace falta realzar o suavizar nada. Todo está expuesto en la pantalla, la ira, la intolerancia, el desprecio, las torturas psicológicas, la incomprensión, etc. Descripto de un modo tradicional, cuyos artilugios más llamativos son durante ciertas tomas, realizar una especie de foto fija, y en otras, cuadro por cuadro, bajo el relato en off de la chica.
En los últimos años, en nuestro país se estrenaron algunas producciones que tratan sobre la misma temática, los mismos sufrimientos de las mujeres que son condenadas a un final similar. Aunque, en pleno Siglo XXI todavía es incomprensible que este tipo de costumbres ancestrales, aún perduren.