MECANISMOS ARBITRARIOS
“Podría ser ella”, sugiere la voz en off, mientras la cámara persigue a una joven de espaldas con camisa floreada y una niña en brazos. “O esa chica”, indica cuando otra se cruza por la calle y vira de forma abrupta el punto de vista. “O, tal vez, ésta”, propone en un nuevo seguimiento. “Pero no, soy esa”. El día soleado se convierte en noche cerrada, la gente que pasea da lugar a un cerco de policías o dispersos transeúntes, el registro digital cambia de textura frente al material de archivo y todas aquellas posibilidades se disuelven en un cuerpo cubierto por una sábana blanca de la que sobresalen las zapatillas junto con los restos de la taza destruida contra el piso. La voz de Aynur busca contar su historia en un gran flashback de siete años donde se descubren los motivos que llevaron al hermano menor a cometer el asesinato de honor y a la familia a avalarlo. Sin embargo, la estructura narrativa, el sometimiento de la mirada del público y los diversos artilugios audiovisuales empleados por Sherry Hormann atentan contra el propio discurso.
El principal inconveniente del filme es que se erige y avanza sobre una delgada línea entre la denuncia –no sólo de las tradiciones culturales y religiosas ortodoxas, sino también de las falencias dentro de las políticas inmigratorias alemanas– y la mediatización volviéndose ésta última la favorita. Ya se evidencia durante los primeros minutos con los desplazamientos laterales abruptos o la composición que remite a un videoclip, el contraste casi difuso entre lo construido cinematográficamente y lo periodístico, las pancartas con la imagen de la verdadera Aynur sobre su tumba o el desdoblamiento simbólico de Gettin’ jiggy wi it de Will Smith como tema preferido de la joven y guiño a occidente, sobre todo, Estados Unidos, los letreros grandes con nombres de algunos personajes o los intentos por convertir encuadres o zoom in en fotos del caso. Semejante tratamiento no hace más que realzar un punto de vista controlado, donde el espectador queda rehén del bombardeo de datos y acciones e imposibilitado de conformar una lectura personal, mientras que el argumento le cede protagonismo a lo espectacular, a lo manipulado y al efectismo.
De esta forma, Sólo una mujer termina por desdibujar el espíritu de compromiso y visibilización que pretende alcanzar a través de una temática urgente y contemporánea. A final de cuentas, ya no importa la historia de Aynur ni de todas aquellas mujeres que padecieron maltrato, abuso o fueron asesinadas por intentar ser libres, sino su mostración mediante todos los recursos posibles para transformarlo en una corriente de pensamiento indiscutido.
Por Brenda Caletti
@117Brenn