En el cine alemán lo que ocurre con los inmigrantes de culturas patriarcales y violentas impacta con fuerza. La directora Sherry Horman reconstruye con inteligencia un caso que conmovió a su país un “crimen de odio” más. Una mujer alemana con padres inmigrantes kurdos es mandada al país de origen para casarse con un primo que no conoce, un hombre violento que la castiga. Ya madre de un bebe huye y regresa a la casa paterna en Alemania. Allí para ser perdonada debe ser menos que una esclava, recluIrse, no salir sola, sufrir abusos. El precio de atreverse a una vida plena del siglo XXI en Europa se paga con una muerte anunciada. De hecho el film comienza con la voz de la muerta, su cuerpo sangrante en la calle apenas cubierto. Una disección del fanatismo, mandatos asesinos, exacerbación del machismo, mujeres cómplices o inducidas, para un plan siniestro. Madres que dictan cátedra de tradición nefasta y condenable. Pero también la directora se encarga de mostrar como las políticas de estado no están acordes con la defensa de esas mujeres alemanas que merecen plenos derechos garantizados y no los tienen. Una tragedia bien actuada, realizada con inteligencia y compromiso.