Una muerte. Otra. De una mujer. Esta vez a manos de su familia, o de buena parte de ella, con el brazo ejecutor de uno de sus hermanos. Ese es el final de Aynur, anunciado desde el principio de la película, asesinada a los 23 años para lavar "el honor" de su familia turca, de religión musulmana y de prácticas ortodoxas. Aynur es la voz narrativa omnisciente de la película. Es decir, como pasaba en Sunset Boulevard, este relato es contado por alguien que ha muerto, y que presenta el escenario de esa muerte para volver a él habiéndonos contado lo que pasó antes.
Una de las diferencias de Solo una mujercon el clásico de Billy Wilder es que aquí estamos ante un caso policial real; incluso hay imágenes de la verdadera Aynur, intercaladas con fluidez y sin morigerar el shock. Otras diferencias son que esta es una película de menor espesor, de búsqueda de un impacto más claro, más directo, de decantación más gruesa, que no resignifica tanto esa muerte cuando regresa a ella con mayor detalle, con mayor conocimiento de los senderos siniestros y obcecados que derivaron en el crimen. Hay algo de simplicidad en la exposición narrativa de las influencias religiosas de los personajes, y también hay recursos de material más noble, o más insospechados, que aligeran en términos rítmicos una de esas películas que algunos tienden a denominar "necesarias", tal vez a partir del deseo de que alguna vez se conviertan en innecesarias.