GENEALOGÍA DE UN CRIMEN
Este drama alemán basado en hechos reales se instala en el discurso del presente y la representación de la violencia contra la mujer con una fuerza enorme: Sólo una mujer cuenta la trágica historia de Hatun Sürücü, una joven alemana descendiente de turcos que quiere tomar distancia de las tradiciones musulmanas de su familia, y que termina siendo asesinada, luego de un asedio tremendo, por uno de sus hermanos. No estamos anticipando nada, el asesinato es presentado en el arranque de la película y a la manera de Sunset Boulevard, desde la muerte, la protagonista irá narrando los hechos que fueron desembocando en ese final. Lo que sigue, entonces, es el minimalista retrato de ese ambiente familiar violento, y el repaso de usos y costumbres de una cultura machista que la mayoría de las veces funciona en paralelo con un Estado que no atiende estos temas con la atención que debiera.
La directora Sherry Hormann narra esta historia valiéndose de algunos recursos del thriller. No por trabajar el misterio en la resolución (aunque sí hay algunos datos que conoceremos recién en el desenlace), sino por la forma en que la información ve siendo decodificada para el espectador. El círculo familiar de Hatun se va revelando de a poco, el entramado de poder dentro de ese hogar de varios hermanos y los detalles que fortalecen el círculo violento que sufre la protagonista: todo nace con un matrimonio arreglado que termina con violencia doméstica, un regreso al hogar paterno conflictivo, con un desprecio manifiesto hacia su decisión de separarse, una huida a través de la asistencia social alemana y una aceptación de los modos de vida occidental que son vistos con desconfianza. Hormann hace un retrato singular de esa familia, pone el foco en miserias varias, pero a la vez ofrece una mirada más general sobre la comunidad musulmana que vive en Alemania, especialmente sobre sus referentes espirituales y las curiosas interpretaciones que hacen de los libros sagrados. Si Hatun logra tomar distancia de su hogar, hay un poder más amplio aún, que la asedia y la espía, y que nunca le impedirá cortar los lazos.
Si Hormann demuestra no tener demasiadas concesiones a la hora de mostrar un conflicto y registrar sus diversas aristas, es cierto que hace alguna concesión hacia el melodrama y algunos pasajes son un poco banales y repetitivos. Incluso algunos detalles, que son un poco escabrosos, son expuestos sin que tengan demasiado valor desde lo narrativo más que el de caer en cierto morbo y recargar las tintas innecesariamente. En esos momentos Sólo una mujer cae en el peor pecado del cine basado en hechos reales, que es el de ampararse en lo verídico para justificar algunos recursos discutibles. Pero a favor de la directora hay que reconocer que la historia es lo suficientemente interesante e inquietante como para mantener nuestra atención, que maneja la tensión de la historia con fluidez, y que incluso podemos relacionar a los Sürücü con una de las principales familias de la ficción, los Corleone, y sus códigos de sangre de los que no parece haber escapatoria: incluso para la pobre Hatun, que ingenuamente confía que el amor vencerá el odio y hará recapacitar a sus padres y hermanos. Como detalle principal, Sólo una mujer cuenta con una actuación sobresaliente de Almila Bagriacik como esa víctima de una familia y de su sistema de creencias.