Crimen de (des)honor
El 7 febrero de 2005, Hatun “Aynur” Surucu, una mujer alemana de ascendencia turca de tan sólo 23 años, fue asesinada por su hermano menor de tres disparos en la cabeza. La policía y la prensa desde un primer momento hablaron de un “crimen de honor”.
La familia Surucu había emigrado años antes hacia Berlin, pero seguía manteniendo sus creencias y tradiciones religiosas. Por ello, Aynur fue obligada a abandonar sus estudios y a viajar a Estambul para casarse con su primo. Tenía 16 años.
Su matrimonio forzado resultó un calvario, ya que su primo resultó ser un abusivo que la golpeaba, por lo que decide abandonarlo y buscar refugio en su propia familia. Contrariamente a lo esperado, el fundamentalismo de sus padres y sus hermanos, someten a la protagonista a un cotidiano infierno por desobedecer los principios religiosos. Cansada del maltrato, junto a su pequeño hijo logra su independencia, comienza a estudiar para ser electricista, comienza a disfrutar de la vida nocturna y hasta se pone de novia con un joven alemán.
Todas estas acciones de Aynur, son una afrenta directa a los valores conservadores de su familia, desencadenando el trágico final de esta historia, que al mismo tiempo es el punto de partida de Solo una mujer (Nur Eine Frau, 2018). El film comienza con imágenes documentales del asesinato, y la voz en off de la protagonista nos habla sobre su muerte.
La directora Sherry Hormann, establece el tono de su relato intercalando imágenes documentales, voz en off, fotos fijas y un estilo semi-documental. La inteligente decisión de que la mujer asesinada sea la narradora, sirve como una caja de resonancia de la gravedad de la tragedia desencadenada. Al mismo tiempo, le devuelve la voz a la víctima, para que conozcamos sus anhelos y sus deseos truncados a tan corta edad.
Desde el comienzo conocemos el triste final de la protagonista, brillantemente interpretada por Almila Bagriacik. Sin embargo, la historia irá revelando el progresivo maltrato al que fue sometida a lo largo de su vida por el sólo hecho de alejarse de los principios dogmáticos de su religión.
Sin embargo, como nos revela el final de la película, la violencia que padeció Aynur, siguió hasta incluso después de su muerte. Su asesino y hermano, fue condenado a solamente nueve años y tres meses de prisión y liberado el 4 de julio de 2014. La violencia sufrida por Hatun “Aynur” Surucu no sólo fue intrafamiliar.